Escándalos en el PP

El gran conseguidor

CARLOS FABRA. El exlíder del PP de Castellón fraguó un sistema clientelar para alcanzar un poder omnímodo en la provincia

Francisco Camps, Mariano Rajoy y Carlos Fabra, en Castellón, en un acto electoral del PP en el 2009.

Francisco Camps, Mariano Rajoy y Carlos Fabra, en Castellón, en un acto electoral del PP en el 2009.

JOSE RICO
BARCELONA

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«El que gana las elecciones coloca a un sinfín de gente: asesores, secretarios, directores, subdirectores, subsecretarios, asesores, secretarias de no sé qué... Y toda esa gente es un voto cautivo. Supone mucho poder en un ayuntamiento, en una diputación. Yo no sé la cantidad de gente que habré colocado en 12 años. Por ejemplo, madre que quiere entrar en un colegio que está muy difícil. Fabra llama al director territorial de Educación y él le mete en ese colegio. Y esa señora es un voto agradecido».

Así de fácil se resume el sistema político que controla desde hace décadas hasta el último resorte de poder en la Comunitat Valenciana. No es una exageración. La perfecta descripción de este modelo de funcionamiento clientelar proviene de su brazo ejecutor durante 16 años en la provincia de Castellón, Carlos Fabra. Su alarde de nepotismo es la mejor explicación para la inmunidad frente a la corrupción de la que el PP ha gozado hasta ahora en tierras valencianas.

Nacido en 1946, don Carlos, Charly para los amigos, es el quinto de una saga familiar de alcaldes y presidentes de diputación que empieza en 1874 con su tío-tatarabuelo, que luchó contra los carlistas en el bando de Isabel II apadrinado por O'Donnell. Tras su bisabuelo, su abuelo y su padre, le tocó el turno en 1995, cuando asumió la presidencia de la Diputación de Castellón, que equivale a comandar un minucioso sistema de concesión de pequeños y grandes favores, desde la modesta ayuda al ciudadano que necesitaba una habitación de hospital a la millonaria recalificación al empresario para alumbrar un aeropuerto fantasma.

Rara es en la provincia la entidad social, agrupación ciudadana, club deportivo, asociación de jubilados o conservatorio que no recibiese una subvención de Fabra, cuyo trato afable y dicharachero en las distancias cortas fue otra de sus bazas para que todo este modelo de beneficencia revirtiese en un enorme saco de votos cautivos, favorecido por la estructura territorial de Castellón, donde solo ocho de sus 135 municipios superan los 20.000 habitantes y 88 tienen menos de 1.000 vecinos. El PP gobierna en la actualidad en 99.

El confesado nepotismo también fue un aliado eficaz para consolidar una forma de gobierno a la antigua usanza que no le importaba que se llamase caciquil, y que es la que le ha sentado en el banquillo. Llegó a tener hasta 35 asesores designados a dedo, entre los que había exalcaldes, hijos, hermanos y toda clase de familiares de cargos de la provincia, unos tentáculos que se extendían a las empresas y patronatos públicos. Su pareja actual es vicepresidenta de la diputación y su hija Andrea, diputada en Madrid.

Pese a su don de gentes y tantos favores a deber, nunca se atrevió encabezar una lista electoral, ni a exportar sus métodos más allá de su provincia. Dictó quién subía y bajaba en el PP castellonense según su afinidad. Con su precisa memoria recordaba a quién debía recompensar o degradar en las centenares de listas que elaboró personalmente, algunas de las cuales alertaron a la Junta Electoral por inusitados crecimientos del censo en algunas localidades.

«Ejemplar» y con suerte

Su dominio fue tan omnímodo que ni Eduardo Zaplana ni Francisco Camps osaron meter mano en el feudo castellonense cuando dirigieron el PP valenciano. Y Alberto Fabra, que vendió limpieza, miró para otro lado hasta que el prócer decidió cómo y cuándo irse. Se fue sin un expediente ni una amonestación. Y con una loa de Mariano Rajoy que quedará para la historia: «Es un ciudadano ejemplar».Y es que la suerte le acompañó en todos los sentidos, como la decena de veces que le ha tocado la lotería. Los expertos en estadística aún exprimen el cálculo de probabilidades en busca de una explicación que el azar no es capaz de dar.