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Ambigüedad que no es tal

XAVIER BRU DE SALA

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Nadie sabe dónde iremos a parar en el tren de la transición nacional, empujado por el combustible del derecho a decidir. Nadie lo sabe, porque nadie puede saberlo. Lo único que significa es el inicio de un camino. La alternativa es una, con dos variantes, muy bien descritas por Quim Nadal y Alicia Sánchez-Camacho: quedarse parados y sumisos, más o menos disconformes los mandamases del PSC, contentos los populares. Catalunya tiene ante sí dos posibilidades. La primera consiste en tomar la bifurcación soberanista. La segunda, admitir que la Sentencia marca la estación final del autogobierno. Ambas se pueden matizar hasta el infinito. Los partidarios de una u otra vía pueden encontrarse y colaborar en múltiples cuestiones (y sería bueno que así fuera para evitar el dramatismo). Hay sumisos ante la Sentencia que se muestran dispuestos al máximo desarrollo estatutario, o sea, ampliar la estación de término. No pocos soberanistas se proponen ir paso a paso, según el premioso arrancar de los trenes antiguos, de modo que la lentitud no les aleje del resto. Las difuminaciones del catalanismo corren parejas con su debilidad, y de ahí obtienen la fortaleza. Eso no quita nitidez a la diferencia. O seguir avanzando o plantarse y renunciar a nuevas cotas de autogobierno.

¿Hacia dónde se dirige el tren del soberanismo? Hacia la independencia, claro. ¿Por qué no lo dice Artur Mas a las claras? Porque no es seguro que llegue hasta ella. Para muchos viajeros de este tren, ni siquiera es deseable y preferirían que el tren parara en una estación intermedia, de tipo confederal. Pero si no hay otra opción, hacia allá vamos, con el president Mas de prudente maquinista resuelto a evitar que descarrile y que pare antes de llegar a una estación satisfactoria. La primera estación se llama concierto o pacto fiscal, y no precisa cambios sustanciales en el ordenamiento jurídico español. Alguna de las siguientes sí los exigirán. Ante la previsible cerrazón del poder central, la independencia como alternativa. A mayor frustración, más partidarios se apuntarán.

La hoja de ruta exhibida por Mas es la que tiene. Una línea y un primer objetivo. Sin agenda oculta, porque el resto no puede definirse ahora. Que a muchos no les parezca oportuno entenderlo es otra cosa. En cualquier caso, conviene al catalanismo, a Catalunya y a España, aunque en Madrid no lo vean, el giro de uno de sus protagonistas. No se trata de CiU, sino de los socialistas. Si concluyen que José Montilla ha sacado el peor resultado de su historia por quedarse en la estación de la Sentencia. Si, en consecuencia, rectifican y suben al tren del derecho a decidir, podrán influir en la marcha y las estaciones. Si presionan en serio, habrá parada satisfactoria a medio camino. De lo contrario, lo contrario.