Dos miradas

Vidas expuestas

EMMA RIVEROLA

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Maragall retrata la vida para seguir viviéndola, para que no se difumine en la niebla de su mente. En cada imagen, un instante. Un tiempo detenido para vencer la propia ausencia. Asomarse a la exposición del Arts Santa Mònica es pasearse por las entrañas de Maragall. En el recorrido, es imposible no sentir cierta inquietud, como la que causa profanar un territorio prohibido o entrar en una casa ajena y apoderarse del álbum de fotos familiar.

Los retratos siempre habían tenido algo de tesoro y mucho de intimidad. Como si en su emulsión llevasen prendidas partes de nuestra alma. Pero la fotografía, en su paso del papel a la pantalla, se ha desprendido de algo más que del tacto. Esta semana, The Daily Telegraph recogía una curiosa información: más de 1.000 mujeres israelís habían alegado ser judías ortodoxas practicantes para eludir el servicio militar obligatorio. A las autoridades, recelosas de tal eclosión mística, les bastó con pasearse por los perfiles de Facebook de las mujeres para tropezarse con centenares de fotografías de lo más heterodoxo. Pasando por alto la ingenuidad -o bobería- de las insumisas, la anécdota alcanza niveles de categoría al revisar los álbumes de fotos virtuales que nuestros amigos, muchas veces desconocidos, nos ofrecen en las redes sociales. Diversión para algunos, pérdida de intimidad para otros. Para todos, una sociedad que se husmea a sí misma.