El gran sorteo electoral
A ver si hay suertecilla
El próximo 21-D , como toda jornada de votaciones, tendrá también algo del día del Gordo
Javier Pérez Andújar
Escritor.
JAVIER PÉREZ ANDÚJAR
Esta Navidad tendría que tocarles el Gordo a los presos. No sé si en la 'trena' pueden montarse peñas para comprar lotería; pero fuese como fuese, aun pidiéndole a un funcionario que pillase el décimo ahí fuera, se debiera dar esa oportunidad a 'la basca'. Ya lo han dicho los presos políticos al salir, la comida del estaribel es una ignominia. Con lo que he flipado es que, entonces, después de quejarse personalmente de todo eso, ninguno haya propuesto dignificar las condiciones de los presos. Y mira que estamos en plena campaña electoral. Pero unos se van y otros ahí se quedan hasta que revienten, y las prioridades son las prioridades. Se tiende mucho a sentenciar que tenemos lo que nos merecemos, por ejemplo, que cada país soporta la clase política que se merece. Quizá fuese así cuando emanaba de la sociedad, ahora la política es un fenómeno atmosférico con visos de convertirse en accidente geográfico.
El invierno es una de las pocas estaciones que quedan en Catalunya sin concesionario de ITV. Como somos un país de profundas convicciones democráticas, esta vez entraremos votando en la estación invernal. Y más que nunca, en esta ocasión podrá decirse que eso de las elecciones, vale, es decisivo, pero que 'lo gordo' viene el día después. En 24 horas habremos pasado de elegir nuestro destino a que el destino elija a algunos de entre nosotros.
Un Gordo de pobres
Las generaciones damnificadas por haber visto de pequeñas en la tele navideña 'Un millón en la basura', con López Vázquez de barrendero, tenemos inoculado el prejuicio de que el Gordo es de pobres (por eso, y por el reportaje de todos los años en el Telediario después del sorteo con gente dando saltos en la puerta de un bar). Pero en España, la lotería moderna viene de la época de Jovellanos y Gregorio Mayans, gente ilustrada que de tanto pensar se les puso la cabeza como un bombo.
Todo lo que somos cabe en un bocadillo de Mortadelo: "A ver si hay suertecilla". Venimos de adorar a deidades menores, de encomendarnos a dioses domésticos. Cuando en otros sitios había tundras, estepas, taigas, extensas planicies, aquí andábamos por estos lares. Está en Kiko Veneno cantando en castellano el poema de Martí i Pol: "No pido mucho". La suerte requiere un esfuerzo, una capacidad, un riesgo..., demasiado trabajo para un país cansado. Mejor aspirar a la suertecilla.
Tómbolas y recuento
El 21-D iré a votar a ver si hay suertecilla. Toda jornada electoral tiene algo de día del Gordo. No está muy definida la frontera entre votar para que ganen los que uno quiere y esperar que los que salgan elegidos coincidan con los que uno ha votado, como en las tómbolas. Me ocurre así muy a menudo, es cuando al cierre de los colegios electorales organizamos la merendola con la familia para seguir el recuento. Siempre acabo diciéndole a mi mujer: lástima, o qué rabia, este año tampoco nos ha tocado.
Queda el consuelo de la pedrea, del puñado de diputados que van a estar ahí, y que nunca sabes bien lo que van a votar cuando surja la ocasión. Muchas veces me he propuesto apostar a caballo ganador, votar a quien tiene toda la pinta de vencer en las elecciones. Una vez lo hice y me equivoqué. Ganó otro. No hay manera.
Espectáculo disuasorio
El otro día vi un debate televisivo con los principales candidatos de cada partido, creo que era el primero que se celebraba esta campaña. No lo aguanté entero porque quiero votar y el espectáculo resultaba disuasorio. Hasta cuando el sobrenatural Enrique de Vicente se pone 'on fire', hay más calma, más respeto mutuo, más intercambio de diálogo, más vocabulario educado, más muestra de curiosidad por lo que dice el otro, más ingenio en la respuesta, menos frase hecha, menos (¡ninguno!) desprecio por el espectador, en cualquier debate de 'Cuarto milenio', que lo que se presenta hoy bajo el nombre de debate político.
No me he hecho de la secta de Íker Jiménez por convicción sino por refugio. Porque ahí dentro se siente uno mejor en la condición de ser humano. Tienen más los llamados presos políticos de político, que los llamados debates electorales de debate. El oscurantismo es eso, cuando no se oye. Son las palabras la que nos permiten ver la realidad. Alberti nos lo recordó hace décadas en un poema: "Las palabras entonces no sirven”, y lo tituló 'Nocturno'. Se ve también en 'The Conversation', la peli de Coppola. La conversación está proscrita. El poder acabó de estigmatizarla a fuerza de escuchas ilegales y grabaciones, y nos mostró que no vale la pena hablar. Lo que nos hizo cultos y elegantes se ha volatilizado.
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