Un debate recurrente

Veinticinco años de balanzas

La polémica del saldo fiscal Catalunya-España está hoy mejor objetivada, al menos académicamente

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GUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS

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Un año más, y debido al empuje del Parlament, se han presentado las actualizaciones de las balanzas fiscales, esa especie de sensor que ausculta la relación fiscal de Catalunya con la Administración del Estado. He sido partícipe ahora, al igual que hace 25 años, de la elaboración de la metodología que ejemplarmente aplican después los técnicos de la Conselleria d'Economia. Un equipo que, por cierto, se mantiene básicamente pese a los cambios políticos y otros avatares gubernamentales. Y una metodología publicada con todos los detalles, colgada en la web y trabajada altruistamente en comisiones de académicos bastante plurales.

Quisiera dedicar este texto a los inicios de la etapa actual de estimación de las balanzas fiscales. Es verdad que se puede citar a Alsina, en la Segunda República, como el posible predecesor; o, mucho más tarde, a Ramon Trias Fargas. Pero el reenfoque actual, en la medida en que se va disponiendo de más y mejores datos, lo promueve en 1989 Josep Maria Vilaseca Marcet desde el Institut d'Estudis Autonòmics. Dirigí este primer trabajo, al que se incorporaron después Montse Colldeforns, que fue diputada socialista en Madrid, y Esther Martínez, doctoranda primero y coautora hoy, profesora titular de la Universitat de Girona. Los estudios recibieron un empujón en el plano más político de la mano de Josep Millàs, de Òmnium Cultural, que me pidió que editara un libro sobre el tema con aportaciones de diversos autores, desde Sala Martín Mas-Colell, con prólogo del notario Puig Salellas. En todo caso, el pozo de conocimiento y mejor seguimiento del trabajo académico se encuentra sin duda en mi antiguo departamento de Hacienda Pública y Sistema Fiscal de la UB, de la mano de Antoni Castells, que en sus diferentes responsabilidades ha sido un promotor sensible al tema e inductor de los trabajos hoy de las profesoras Núria Bosch y Marta Espasa.

 

En esta etapa fueron remarcables la reticencia a valorar los saldos fiscales de Ernest Lluch, que los minimizaba contraponiéndolos a los comerciales, y su disputa sobre esto con Sala Martín, que se convertiría en el principal divulgador de las implicaciones que tenía el saldo para la economía y el bienestar de los catalanes, junto con el eurodiputado Ramon Tremosa.

 

Fuera de este debate mediático, tanto la profesora Bosch como yo mismo fuimos llamados por Jesús Ruiz Huerta, director del Instituto de Estudios Fiscales, para servir en una comisión creada a instancias del Parlamento español a raíz de una proposición de Minoria Catalana para la publicación de las balanzas fiscales de todo el Estado. Junto con una docena de expertos, entre los que aparecen por primera vez los profesores Barberán y Uriel, se redactó un texto de consenso que aclaraba la operativa de las dos metodologías que hoy se conocen y se usan.

Desde entonces (2007), la Conselleria d'Economia, bajo distintas responsabilidades políticas, ha identificado en el flujo monetario la cuestión que dirige el Parlament con el cómputo de la balanza fiscal. Comisiones todas ellas plurales (desde Maite Vilalta Antoni Zabalza) y emitiendo siempre los resultados por unanimidad y no dejando nunca de considerar el método alternativo de carga/beneficio, aunque se consideraba que responde a una preocupación distinta de la que expresa la pregunta que formula el Parlament.

De esa etapa recuerdo la batalla de la Administración central para ocultar y retrasar una información que desde aquí se obtenía con tenazas y que permitía valorar solo el déficit fiscal catalán, no el del resto de comunidades. En esa etapa también surgieron voces desde Madrid, con cálculos indirectos del profesor Barea y el clamor de ser la comunidad más expoliada. Y más recientemente, el exministro Borrell ha ido cuestionando la neutralización del déficit público, un debate que no tiene explicación si no es para contrargumentar políticamente interpretaciones políticas incorrectas de algunos; así, sobre el cash que suponía la cuantía del saldo («coge el dinero y corre», hay quien piensa), o los términos expolio o robo respecto del más neutro «drenaje fiscal» usado por mí  o el «España nos frena» que usa ahora Mas-Colell.

En fin, son muchos los años transcurridos desde aquello de que las balanzas fiscales no se podían calcular porque había múltiples métodos y variantes (una forma de decir que el cálculo era una manipulación) hasta ahora, cuando el tema, al menos académicamente, está mejor objetivado. Aunque es probable que una nueva amenaza de cuentas regionales territorializadas desde una comisión de parte liderada por Ángel de la Fuente pretenda  enredar de nuevo el tema dando respuestas a algo que políticamente el Parlament y la ciudadanía catalana nunca han pedido.