Una persona inolvidable

ANTÓN COSTAS

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No es un hecho frecuente que la noticia de la muerte de un empresario aparezca en las secciones de economía, política, cultura, sociedad y deporte de los medios de comunicación. Pero esto es lo que ha sucedido con José Manuel Lara Bosch. Los diarios de todo tipo -información general, económicos, deportivos- y las televisiones y radios han abierto sus noticiarios comunicando su fallecimiento y han dedicado muchas  páginas a glosar su figura.

¿Qué es lo que hace de José Manuel Lara Bosch un personaje tan atractivo? En mi opinión, tres rasgos de su personalidad ayudan a explicar este interés. Están relacionados con su dimensión como empresario, como ciudadano y como persona.

Como empresario, le definía su ambición de crecer. En una ocasión, me comentó que «cuando dejas de pensar en crecer, dejas de ser empresario». Fue un empresario de segunda generación que se comportó como uno de primera. No se conformó con gestionar la empresa heredada de su padre y transformó una editorial que era líder en España, Planeta, en una empresa global de edición y contenidos multimedia. Y, más allá de la editorial, a través de la sociedad de inversión Hemisferio, proyectó esa ambición en nuevos negocios, especialmente en el ámbito de nuevas tecnologías, asumiendo el riesgo de la diversificación.

Esa ambición es la que le llevó a ser crítico con el comportamiento de otros empresarios de preferir «ser cabeza de ratón a cola de león». Con la franqueza que le caracterizaba, decía que muchos preferían tener «una tiendecita en paseo de Gràcia a ser propietario del 1% de Zara». Por eso no le importó entrar en colaboración con otras empresas o inversores si con ello lograba llevar adelante un proyecto empresarial que solo no podría abordar. La enfermedad con la que luchaba desde hace tres años no le había hecho perder esa ambición. De hecho, hace unos días, junto con Jordi Alberich, el director general del Círculo, fuimos a verle para hablar, entre otras cosas, de la próxima reunión Círculo de Economía de Sitges, los días 28, 29 y 30 de mayo. Se comprometió a liderar una sesión de trabajo dedicada a fortalecer el discurso sobre la importancia de crecer. Su secretaria de toda la vida, Montse Pérez, nos recordaba ayer que después de nuestra reunión le había pasado una nota para que le recordara que tenía que preparar su intervención en Sitges.

Como ciudadano, le definía su coraje cívico. Creía fuertemente en el compromiso social del empresario y en su responsabilidad cívica. Una exigencia que no solo proyectaba sobre los políticos y responsables públicos, sino sobre el propio mundo empresarial, como hizo en su etapa de presidente del Círculo de Economía. Ese coraje cívico, y su catalanismo, es lo que le impulsó a ir a contra corriente del proceso independentista, asumiendo la incomodidad de esa posición. Y a criticar al Gobierno de España por su pasividad.

Como persona, le definía su enorme humanidad y cultura. Su humanidad era equivalente a su estatura física. Intenso, asertivo y seguro de sí mismo, era un polemista temible en cualquier discusión, reunión o debate. Pero, a la vez, era siempre cálido, cariñoso, cercano. Buscaba la complicidad y el acuerdo. Este rasgo y su amplia cultura le permitieron tener amigos a lo largo y ancho del espectro político, social y cultural.

La conmoción social producida por su muerte y las muestras de aprecio evidencian que José Manuel Lara Bosch es una de esas personalidades que definen una época. Un referente empresarial y cívico. Un ejemplo a tener en cuenta en estos tiempos convulsos e inciertos que nos ha tocado vivir.