Turismo y teatro

Adetca ha publicado la estadística anual sobre la temporada de teatro en Catalunya. Ya es sabido que el sector sufrió con la crisis un descenso de recaudación muy preocupante, agravado por la subida del IVA cultural. Sin embargo, el teatro, una industria que siempre se ha lamentado de una precariedad crónica, ha sabido sobrevivir a las embestidas económicas manteniendo un número fiel de espectadores, que se cifran en unos dos millones.

En puertas de unas elecciones, no he oído hasta hoy hablar de cultura a ninguno de los aspirantes a presidir la Generalitat. En una ocasión un compañero de profesión me dijo que la cultura resulta tan prescindible que nadie, salvo la gente del sector, sale a protestar en defensa de ella.

Barcelona, una ciudad de 1.600.000 habitantes, disfruta de 68 salas, y la mitad tienen un aforo inferior a 200 butacas. Aunque la ocupación no es extraordinaria, ha alcanzado el 57,58%, mejor que en el ejercicio 2013-2014. Pero, sinceramente, ni la ocupación ni las recaudaciones son las que deberían ser. En una ciudad que recibe a más de siete millones de turistas el teatro debería beneficiarse de eso, y sin embargo ningún extranjero viene a Barcelona pensando en ver un espectáculo, salvo si se trata de flamenco. Ciudades como Londres o París gozan de una tradición y de una oferta que quien acude a ellas no duda, al menos un día, en comprar unos tíquets. Madrid, que cuenta con un turismo internacional menor que Barcelona, se beneficia del visitante patrio que acude a la capital a ver un espectáculo.

Sería bueno que el gremio de hoteleros, por ejemplo, pudiera colaborar con el sector teatral de Barcelona para una mayor cooperación en aras a incentivar a su clientela a acudir al teatro, cuya programación, lógicamente, debería concebirse también para un público extranjero. Así tal vez mejoraríamos nuestros números.