Análisis

¡Suerte de Europa!

GUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS

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El problema de Chipre es que nunca más podrá volver a su business as usual, es decir, a una economía que ha ido ignorando sus sectores productivos para basarse en la intermediación financiera, en la que moviendo dinero de otros siempre queda algo pegado para los locales. Con ello han conseguido una renta per cápita que no está nada mal dada su estructura económica, deslizándose por el tobogán del dinero más fácil, sin preguntar de quién ni de dónde viene, disfrutando de la heterodoxia fiscal bajo el áurea de la Europa contraria a la ortodoxia de la austeridad. Esto nos debe resultar familiar en países como el nuestro, que también ha gastado a crédito lo que no producía. Tarde o temprano la cosa peta y se vuelve a la realidad, a los fundamentales, como se dice ahora. No es extraño que se oponga quien padece eso de «nunca nada será como antes». Pero es sorprendente ver que se reclame «manos fuera» del país. ¡Cómo si los autóctonos solos pudieran arreglarlo!

Soy de los que piensan que en esta disyuntiva deberíamos estar muy agradecidos de ser europeos. La mutualización ayudará a que unos no pierdan nada y que otros no lo pierdan todo. Como para estar en contra de Alemania, la última tenedora del coste del desbarajuste si la economía no remonta. A partir de ahí tendría que quedar claro que ningún derecho natural garantiza los depósitos más allá de la solvencia de uno mismo. Que cuando todavía los estados no han cedido soberanía suficiente para crear un mecanismo único de resolución bancaria, ni una autoridad supervisora bien estructurada, ni potestad fiscal para imponer tasas que nutran fondos comunes, la troika se preocupe de un país en dificultades y acuda a su auxilio debería generar agradecimiento. Bien es cierto que nada se hace por nada, pero quien sale más beneficiado hoy por su pertenencia a la UE es Chipre.

Caso por caso

Sabemos en todo caso que la carencia de este nuevo episodio de crisis chipriota ha sido la fragilidad del procedimiento para tomar decisiones de una Europa todavía en construcción: básicamente, la manera en que la troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Unión Europea), y no solo la UE, han asumido el asunto. La UE no podía hacerlo sola por falta de músculo financiero. En estas circunstancias, la disparidad de criterios aparece: entre la troika e incluso entre diferentes socios europeos. A falta de legislación anticipada y explícita, las cosas avanzan con la jurisprudencia, es decir, mirando cómo se resuelven en cada caso. Es comprensible que antes de cargar el coste de la crisis de un banco sobre los contribuyentes lo soporten primero los accionistas, los bonistas junior, los senior asegurados y finalmente los depositantes.

Los rescates universales son demasiado caros y, sobre todo, muy injustos. Además, crean una sensación de impunidad que alimenta aún más la fiera, que para salvar a los partícipes del capitalismo de casino no dejan de fagocitar lo poco que queda en estos países de sus economías productivas. Bienvenido sea el cambio, aunque sea desde una aproximación prueba-error.