El epílogo

La sociedad del riesgo

ALBERT Sáez

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En los últimos dos siglos, la humanidad ha resuelto algunas fatalidades que parecían insuperables y ha hecho realidad algunos sueños que parecían imposibles. La penicilina o la llegada a la Luna podrían ser los emblemas de la llamada civilización técnico-científica. En muchas ocasiones estos avances han creado nuevos problemas. No hace ni 15 días condenaron a los culpables de la tragedia de Bhopal. El cruce de estas dos realidades dio como resultado un discurso dominante según el cual el Estado debía acometer dos misiones principales: universalizar el acceso a los avances que nos libran de todos los males y perseguir a quienes pretenden enriquecerse sin reparar en sus daños. Ülrich Beck le puso nombre al fenómeno y proclamó que la divisa de la socialdemocracia debía ser la protección de los ciudadanos frente a la sociedad del riesgo.

Debate en Castelldefels

En este contexto, la tragedia de los 13 jóvenes atropellados en las vías de Castelldefels nos provoca preguntas duras. ¿Se pudo evitar? ¿Lo pudieron evitar? ¿Lo pudimos evitar? Tres declinaciones del mismo interrogante que presuponen responsabilidades contradictorias. En el primer caso, aludimos a un tercero –ni ellos ni nosotros– totalmente indeterminado: la suerte, el azar, Dios... En el segundo caso hacemos el feo de trasladar la culpa a los muertos, a quienes atribuiríamos simultáneamente el presunto pecado y la supuesta penitencia. Y en el tercer caso nos autoinculpamos. La sociedad, y en su representación el Estado, debería haber puesto guardias de seguridad, vallas o multas para impedir que aquellos jóvenes cruzaran. O debería hacer accesos en un apeadero a la medida de la afluencia masiva de la verbena de Sant Joan. O incluso debería desdoblar el trazado para que los trenes de largo recorrido no coincidieran con los de cercanías. Y mientras, por supuesto, reducir el déficit público para no subir impuestos. El emblema de una célebre camiseta de los 90 rezaba así: «Vivir mata». Si te bajas a la vía, te mata más deprisa, podríamos añadir. Aunque sea políticamente incorrecto. Mejor invirtamos en escuelas.