La singular vida de los peces

Siguiendo una antigua costumbre, han sido muchos los ciudadanos que este año se han tumbado y se tumbarán en las arenas de las playas. Un espacio donde se hace un ensayo de la felicidad. Los niños y las niñas la encuentran corriendo sobre la arena, persiguiéndose, lanzándose puñados de una arena que si es compacta mejor.

Lo que me atraía a mí, en aquel tiempo de contemplación de la playa, era ver a chicos y chicas, hombres y mujeres, que descansaban en la arena con una pierna doblada por la rodilla. Que hacían una pequeña pirámide. Pienso que las suaves olas que resbalaban por la arena estaban enviadas para que limpiaran los bordes del mar.

Mi signo astral es el Piscis y alguien dijo, hace ya muchos años, que era un buen signo, pero ahora no recuerdo qué beneficios debía sacar de haber nacido un día determinado. Hace muchos años, en París, conocí a una periodista que era una devota de los signos del zodíaco y me dio una explicación detalladísima de mi carácter, de mis cualidades y de mis puntos débiles. Los años han pasado y ahora no puedo darle la razón. En cualquier caso, es cierto que me atraen los peces, y es una lástima que cuando he ido a una playa no he visto ninguno.

Los peces no son unos animales sociables por naturaleza, en el sentido de que no conviven con otras especies, al menos desde el punto de vista humano. Podríamos decir que viven a menudo en 'rebaños'. Astronómicamente, 'amigo del pez'. No tengo nada contra la carne, sencillamente, mi dentadura es demasiado débil para ser cómodamente mordedora. Una de las canciones más pintorescas que conozco, y no sé de donde ha salido, es esta: "Es el hijo del Anatoli un pez que se lleva el aceite".

¿Y porqué de un estudiante que no sabía la lección se decía que estaba 'pez'? ¿Y porqué si en una competición gana el que tenía que perder lo justificamos diciendo que el otro le ha dado 'peixet'?