pantallas

Sin fronteras

MIKEL LEJARZA

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Entre las muchas buenas características de la tele, quizás la más relevante es que refleja con rotundidad nuestro suelo cultural común. Lo que somos. Basta con estudiar cuáles son los programas más seguidos por sus ciudadanos para concluir cómo son en gran medida las sociedades en las que habitan; pero también analizando quiénes producen dichos contenidos se puede definir, no solo lo que influye, sino quiénes lo hacen. En la vieja, educada y rica Europa el contenido más exitoso de las teles no son las aventuras de los Lannister y los Stark; ni el carácter insoportable de Sheldon Cooper, sino las hazañas que protagonizan Leo Messi, Cristiano Ronaldo o Eden Hazard entre otros. El fútbol es indiscutiblemente el contenido rey de las cadenas en abierto y la base imprescindible de las plataformas de pago. No hay nada más costoso y, como producto audiovisual europeo, es el que más viaja por el mundo y más éxito y seguidores tiene.  Pero si nos fijamos en quiénes están detrás de la mayor producción audiovisual europea, el asunto adquiere otro aspecto. El Reino Unido es el país en el que los derechos televisivos se pagan más y producto de ello la Premier aparece como la competición más demandada internacionalmente. En ella, los equipos estrella son los dos de Manchester, el Chelsea y el Arsenal londinenses y los rojos de Liverpool. Lo curioso es que los propietarios del City son de los Emiratos Arabes; los del United, Arsenal y Liverpool, de EEUU, y el del equipo entrenado por el orgulloso Mourinho, ruso. De hecho solo seis equipos tienen capital 100% inglés. No es un caso único. En Italia, el todopoderoso Berlusconi acaba de ceder el mando real de su Milan al tailandés Bee Taechaubol, para poder competir económica y deportivamente con su enemigo mortal, el Inter, en manos del indonesio Erick Thohir. Mientras, la Roma, el equipo más importante de la capital, pertenece a un fondo de EEUU, al igual que lo es el club de la ciudad considerada como la vanguardia de la cultura y la izquierda del país, el Bolonia. En la siempre diferente Francia, en esta ocasión no parece haber hecho diferencial. El Paris Saint Germain pertenece a Qatar Investment Authority; el Monaco y el Olimpique de Marsella a dos inversores rusos. En España, el Valencia es propiedad de Peter Lim de Singapur; en el castizo Atlético de Madrid acaba de entrar el grupo chino Wanda y el Málaga es propiedad de un multimillonario qatarí. La menor internacionalización de los clubs españoles se debe a que Real Madrid y Barça (al igual que Athletic de Bilbao y Osasuna) no pueden ser vendidos porque no son S.A., pero basta con ver lo que llevan escrito en sus camisetas para comprobar que tanto Qatar como los Emiratos Árabes están presentes. El caso es que el contenido audiovisual preferido por las audiencias europeas está en manos de árabes, orientales, rusos y de EEUU, lo que nos muestra hacia dónde se ha desplazado el eje de un mundo que carece de fronteras desde hace mucho tiempo. Habrá quien concluya que por eso hay que construirlas; el apasionado amor por lo local es justificable y puede que sea atractivo, pero no da títulos ni parece ir al son de los tiempos. Se lo dice uno del Athletic.