Nuevos innovadores

Nunca agradeceremos como merece al Ayuntamiento de Barcelona su apoyo y suplencia en la financiación de la cultura. En el pasado remoto, cuando no había otra institución disponible. En el casi presente, cuando la Generalitat no quería y como mucho se dejaba arrastrar. Y en el XXI, cuando el Estado deja de querer lo poco que quería y Generalitat no acaba de poder aunque supongamos que ya ha dejado de no querer. Sin este esfuerzo continuo de la ciudad, sin punto de comparación en ninguna otra capital europea, competiríamos en la liga de Marsella o Génova.

Este año vuelve a sobrar dinero, y es posible que, como es habitual, la cultura se lleve un pellizco. ¿Debe volver a reforzar la programación de los grandes equipamientos? ¿O es más bien hora de inyectar vitaminas en los medianos, empezando por el Taller de Músics, discriminados por la privacidad a pesar de que su contribución al tejido cultural es de igual o mayor trascendencia? Ya les tocaría, pero como las instituciones no los sienten como propios...

Por si acaso prosigue el superávit, y ahora que la cultura tiene un espacio de relevancia por el pacto entre comunes y sociatas, habría que ir pensando en una operación de mayor alcance estratégico, inspirada en una de las más aplaudidas y transformadoras del Conseil des Arts et des Lettres du Québec. Con el ánimo de ayudar a emerger a nuevos actores culturales y así sacudir el panorama de los instalados, abrieron una convocatoria destinada a los que se habían quedado fuera o ya no lo habían ni intentado. Pues eso. Por mucho que los consideremos imprescindible, los grandes equipamientos no convertirán nunca Barcelona en una capital singular. La especialidad natural, histórica y de futuro, es el laboratorio, la imaginación, las vanguardias, si es posible híbridas, la apuesta por el riesgo, por los límites, por lo que es o parece genial o genialoide. Por supuesto, también como imán de creadores de fuera.

Eso que ya existe y no cuesta mucho de poner en primer plano.