Hacia un nuevo feminismo
No queremos ser como ellos
Décadas después de la revolución sexual, y pese a los avances, la igualdad real es aún una quimera
Cristina Manzano
Directora de Esglobal
CRISTINA MANZANO
El reciente despido de la directora de The New York Times, Jill Abramson, ha generado toda una cadena de reacciones y ha tenido soliviantadas las redacciones y las redes por unos días. Nada o poco que ver con la capacidad periodística de la primera mujer al frente del más prestigioso diario norteamericano. La bronca se ha montado tras saberse que, entre los motivos para su salida, estaba que se había quejado por ganar bastante menos que sus antecesores masculinos. El paradigma del progresismo y la igualdad también discrimina salarialmente por razón de sexo. La polémica llega después de varios meses en los que se ha reavivado en EEUU el debate sobre hacia dónde van las mujeres. Varias décadas después de la revolución sexual y del auge del feminismo, y pese a los muchos avances realizados, la igualdad real sigue siendo, en general, una quimera.
Dos de las más destacadas representantes de esta nueva etapa en la conversación de género son Anne-Marie Slaughter y Sheryl Sandberg. La primera, reputada académica y jefa de planificación política con Hillary Clinton, contó en su famoso artículo Por qué las mujeres todavía no pueden tenerlo todo su decisión de no continuar su ascendente proyección política, regresar a su mundo universitario y poder así vivir más de cerca la adolescencia de sus hijos. Son necesarios, dice, todavía muchos cambios institucionales para alcanzar una igualdad real.
Por su parte, Vayamos adelante, el libro de Sandberg, se ha convertido en todo un fenómeno. Si las mujeres no son capaces de romper el techo de cristal es muchas veces porque en el fondo no quieren; porque relegan su ambición a un segundo plano; porque no creen en sus posibilidades. La autora lo cuenta de un modo fresco, y directo, a partir de su propia experiencia como consejera delegada de Facebook, con una brillantísima trayectoria a sus espaldas y madre de dos niños.
Son solo dos ejemplos. Algunos las acusan de practicar un feminismo de guante blanco; un debate promovido por mujeres de éxito, que se enfrentan al dilema de combinar satisfactoriamente sus fulgurantes carreras profesionales con la vida familiar, y cuya preocupación se centra sobre todo en la capacidad femenina de llegar a los puestos más altos. Pero, ¿qué pasa con la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras que se encuentran inmersas en la cotidiana batalla por conseguir la conciliación?
Más allá de las críticas, lo que ambas autoras reivindican es una nueva forma de concebir la sociedad en la que, de una vez por todas, deje de considerarse que los hijos y la familia son cosa de mujeres y el llevar el dinero a casa, cosa de hombres; en la que no son las mujeres las que tienen que llegar a ser iguales que los hombres. Se ha acabado ya el querer ser como ellos. El auténtico progreso en el siglo XXI pasa por hallar otro equilibrio vital que consiga llegar a todas las capas sociales. Y eso no es cosa de mujeres ni hombres. Es cosa de todos.
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