Análisis

Puigdemont se echa al monte

Con la estrategia tremendista adoptada desde que se fugó, el 'expresident' pretende morder en el electorado de ERC

Puigdemont, este martes, antes de la rueda de prensa que ha ofrecido en Bruselas.

Puigdemont, este martes, antes de la rueda de prensa que ha ofrecido en Bruselas. / periodico

JOSÉ A. SOROLLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las dos principales listas secesionistas parece ser que renuncian a la unilateralidad como vía para alcanzar la independencia de Catalunya. Apuestan ahora por la bilateralidad, es decir, por una negociación a dos tanto con el Gobierno español como con la UE. Pero, como diría Javier Marías, uno no puede estar seguro nunca de nada. ERC sostiene al mismo tiempo que si el 21-D ganan los independentistas lo que habrá que hacer es «llenar de contenido» la República, dando por supuesto que la República inexistente existe. El nuevo responsable de la ANC, Agustí Alcoberro, dice más o menos lo mismo, lo que lleva a pensar que el independentismo sigue instalado en la ficción. La DUI se proclamó para nada, pero, según Esquerra y la ANC, la independencia ya existe y, por lo tanto, solo hay que completarla y ejercerla.

No una cosa muy distinta repite Carles Puigdemont, para quien los catalanes votaron la independencia en el referéndum del 1-O. El expresident, al contrario que los exconsellers que no se fugaron y están en la cárcel, no acata el artículo 155 de la Constitución, y no cesa de hacer declaraciones cada día más radicales. El nuevo enemigo es la UE, en una deriva antieuropeísta que haría sonrojar a algunos de sus predecesores nacionalistas si no fuera porque el procés ha llevado a traspasar todos los límites con toda normalidad.

Un fin de semana de 'crescendo'

El sábado, en la presentación en Brujas de la candidatura de Junts per Catalunya (en realidad, el PDECat arropado por un grupo de independientes), Puigdemont  acusó a Europa de «dar apoyo acrítico e inmoral al Gobierno español» y de «validar la legitimidad de un Gobierno que actúa con violencia física, económica y mediática». Por la noche, en TV-3, aseguró que «hubo violencia extrema y por poco no hubo muertos» y calificó al Estado de «furioso, nacionalista, enloquecido y con este furor guerrero del ‘a por ellos’».

Pero el crescendo llegó el domingo, cuando se difundieron unas declaraciones en la televisión pública israelí en las que define a la UE como un «club de países decadentes, obsolescentes», y sugiere que los catalanes «deberían decidir si quieren pertenecer a esta Unión Europea» y «en qué condiciones». Según Puigdemont, la Europa «de los señores Juncker y Tajani» es «insensible al atropello de los derechos humanos, de los derechos democráticos de una parte del territorio, solo porque una derecha posfranquista» tiene «interés en que sea así». Bonita manera de preparar la negociación bilateral con la UE.

Este radicalismo verbal podría obedecer a la cercanía de la campaña electoral, pero lo cierto es que Puigdemont no se ha alejado de esta línea tremendista desde que se fugó a Bélgica. Con esta estrategia, acompañada de su delirante propuesta de entrevistarse con Mariano Rajoy en Bruselas, pretende morder en el electorado de ERC, el mismo objetivo que persigue la formación de la lista del president. De momento, las encuestas parecen darle la razón, pero ¿a qué proyecto para Catalunya responden esas constantes salidas de tono y un aislamiento cada vez mayor?