El cuerno del cruasán

Próxima parada: Berlusconi

JORDI PUNTÍ

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Siempre que conozco a un italiano y hablamos de su país, le pregunto si alguna vez votó aBerlusconi.El misterio es que hasta hoy todavía no he encontrado a nadie. Al contrario, la mayoría sueltan pestes de los políticos italianos y deBerlusconien particular. Entonces, para ilustrar esa tirria, todos tienen alguna anécdota para contar: «¿Te has fijado en su cara? Desde el últimoliftingy los implantes de cabello, cada vez se parece más aMao Zedong.¡Si en el fondo es un comunista!»

El problema, me temo, es que hace siglos queBerlusconise situó en el terreno de la parodia. La comicidad involuntaria y lo absurdo del personaje enmascaran una realidad aberrante. Ya todo parece un chiste. Hace poco más de un año viví el fenómeno en directo. Me encontraba en Verona, cenando en una pizzería con unos amigos. De repente corrió la voz de mesa en mesa: alguien acababa de atentar contraBerlusconien Milán. Muchos cogieron eltelefoninoy se conectaron. Enseguida vimos las imágenes del político ensangrentado y, de repente, toda la pizzería era una fiesta. La mayoría aplaudían, se reían de ese rostro que parecía una caricatura. Pregunté a mis amigos si la gente de ese barrio de Verona tenía una tradición rebelde. «Qué va», respondieron, «toda esta gente suele votar aBerlusconi».

El fenómeno no es nuevo. ConGeorge Bushhijo ocurrió algo parecido. En Italia están acostumbrados a ver a gente combativa comoRoberto Benigni, Nanni MorettioRoberto Saviano,que dejan en evidencia y desenmascaran las artimañas deBerlusconi,pero él lo supera con sus manipulaciones habituales. Lo ha hecho tantas veces que ya es como el Gran Hermano deOrwell,en versiónmamachicho. A los 74 años, ya se ve,Berlusconiactúa como un tirano que no se irá nunca. Hoy por hoy, quizá la única forma de derrocarle es esta agitación popular que ha surgido en Túnez y ha ido hacia Egipto y Jordania: que el efecto dómino prenda mecha también en Italia. Todo queda en el Mediterráneo.