Proactiva Open Arms y la posverdad

La primera vez que oí hablar del barco Astral fue en la Sala Fabià Puigserver del Teatre Lliure de Barcelona. Fue el 12 de septiembre del 2016, cuando un grupo de dramaturgos, actores y directores, crearon diferentes historias de pocos minutos de duración para concienciar al publico sobre el drama de los refugiados y de lo importante que era colaborar con la oenegé Proactiva Open Arms. He pensado mucho en ello estos días. He reflexionado sobre este mundo al revés donde vivimos, en que los buenos van a la cárcel y los malos interpretan la ley para ponerla a su favor.

Pero llegar al punto de relacionar a un barco que salva vidas en el mar con el trafico ilegal de personas me parece perverso. Es un problema de interpretación de la ley, me dicen algunos amigos abogados. Me dan escalofríos. Es un problema de ética, me dice Miquel Seguró. Filósofo. El otro día, leyendo su libro La vida también se piensa (Ed. Herder, 2018) me di cuenta de lo malvada que puede ser la posverdad. De cómo nos inventamos la vida a nuestra conveniencia hasta el punto de justificar lo que nos conviene. Transcribo literalmente lo que él opina acerca de la posverdad: «No es lo mismo no saber lo que es verdad que fingir que no se sabe lo que no es verdad. Lo primero es ignorancia, lo segundo, impostura».

No está bien esto que hacen con el barco de Open Arms. No es humano dejar a gente morir en el mar y es indigno culpabilizar al salvador. Esa es mi verdad y me parece evidente, pero está claro que hay otra, éticamente muy lejos de mí. Lo del barco de Open Arms no se puede explicar, se tiene que sentir. Como esa obra solidaria que se hizo en el Teatre Lliure. Pude sentir los gritos, el miedo, la angustia y la pena. Y como dijo la gran Rosa Maria Sardà aquella noche: «La solidaridad no consiste en dar aquello que te sobra, sino en compartir lo que tienes» Y Òscar Camps y su equipo lo dan todo. Algo tenemos que hacer porque si ellos caen, caemos todos.