El futuro de la energía

Petróleo y yihadismo

El crudo barato hoy no implica que las crisis de Libia, Irak y Nigeria no acaben tirando del precio al alza

MARIANO MARZO

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No deja de resultar sorprendente que los precios del crudo se hayan desplomado mientras tres importantes miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se encuentran inmersos en una sangrienta vorágine fruto de la insurgencia y el terror yihadista, como es el caso de Libia, Irak y Nigeria. Este hecho puede hacernos suponer que el abaratamiento del petróleo responde más a cuestiones de mercado, es decir, de oferta y demanda, que a razones geopolíticas. Sin embargo, haríamos mal en subestimar estas últimas a la hora de intentar predecir la duración de la inesperada y prometedora coyuntura que para nuestro país y nuestros bolsillos suponen los nuevos precios del crudo.

Como consecuencia de la inestabilidad que ha seguido al derrocamiento del dictador Gadafi, la producción de petróleo en Libia se encuentra muy por debajo de su potencial, habiendo caído desde el pasado mes de octubre de 900.000 a unos 400.000 barriles diarios. Sin duda, las noticias que nos llegaban estas fiestas, mostrando a la principal terminal de exportación de Libia envuelta en llamas, hablan por sí solas de la explosiva situación que vive el país. El control de la terminal de Sidra, que puede exportar 400.000 barriles diarios, resulta fundamental para alterar el equilibrio de la guerra civil que desde hace unos meses asola al país, enfrentando milicias islamistas cercanas al gobierno de Trípoli y los partidarios del general sublevado Khalifa Haftar con sede en Tobruk.

Por otra parte, las acciones del Estado Islámico (EI) en Irak también se han traducido en un descenso del suministro desde dicho país, aunque la caída es proporcionalmente más pequeña y de carácter más intermitente que la de Libia, dado que hasta la fecha las interrupciones obedecen a ataques a oleoductos y otras instalaciones localizadas en el norte de Irak, sin que las principales zonas productoras del sur del país se hayan visto afectadas. La expansión del EI hacia las principales regiones productoras de Irak se ve frenada por la oposición de los peshmergas kurdos en el norte, así como por la resistencia de los combatientes chiís, apoyados por Irán, en el sur. Las principales conquistas petroleras de los yihadistas, algunas de ellas efímeras, se han circunscrito a zonas próximas a sus bases de apoyo, localizadas a lo largo de la frontera entre Siria e Irak, de modo que los campos gigantes localizados al sur de Bagdad no parecen objetivos fácilmente asequibles para el EI.

De manera parecida a lo que acontece en Irak, en Nigeria por el momento la violencia yihadista no ha afectado de manera significativa a la producción petrolera. Las interrupciones experimentadas en este país africano obedecen en su mayor parte a robos y actos vandálicos, perpetrados por los activistas del Movimiento de Emancipación del Delta del Níger en los oleoductos que atraviesan las regiones productoras del sur. Boko Haram, el grupo yihadista que aterroriza a Nigeria, actúa en el norte, la zona más pobre del país, y de momento su actividad tan solo representa un peligro potencial por su proximidad a diversas instalaciones petroleras cuyo cierre podría tener una repercusión significativa en el mercado del crudo.

Al igual que el EI, el propósito de Boko Haram es el establecimiento de un califato basado en una versión radical del islam de corte salafista. Fuera de Nigeria, esta organización era prácticamente desconocida a nivel internacional hasta que el pasado mes de abril sus terroristas secuestraron a 219 niñas de un internado en Chibok. Salvo las pocas que consiguieron escapar, muchas de ellas todavía permanecen cautivas, convertidas en «mujeres de los yihadistas o en esclavas», según afirmaba Abubakar Shekau, el líder de Boko Haram. Este grupo, integrado por entre 10.000 a 15.000 combatientes (cifra que algunos analistas elevan a 50.000), ostenta un deplorable historial de masacres, que en la primera mitad del 2014 se había cifrado ya en más de 2.000 personas. Y frente a todo esto, la respuesta del Gobierno de Nigeria ha oscilado entre la indiferencia y la impotencia. Una actitud que resulta preocupante por cuanto el país parece encarar una insurrección islámica en toda regla, con notorias y escalofriantes similitudes a lo acontecido en Irak con el Estado Islámico.

La siniestra amenaza yihadista está ganando intensidad en dos países que juntos producen más de cinco millones de barriles de crudo por día. Una coyuntura geopolítica que amenaza con conferir a los suministros desde Irak y Nigeria el mismo sesgo de inestabilidad que en la actualidad presentan los provenientes de Libia. La ley de la oferta y la demanda nos ha traído un petróleo barato por Navidad. Pero la geopolítica puede jugarnos una mala pasada en el momento más inesperado.