Análisis

La paralización del PSOE

¿No es hora de que los socialistas tomen la iniciativa prometida si Rajoy no lo hacía y presenten una solución para evitar el abismo?

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JOSÉ A. SOROLLA

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Cuando desde un lado un Gobierno organiza una huelga política y desde el otro el portavoz del PP, Rafael Hernando, califica esa huelga de «corte nazi»; cuando desde una parte se pretende utilizar el resultado de un referéndum fraudulento para proclamar la independencia y desde la otra se justifica y ensalza la actuación desproporcionada de la policía para impedir la consulta; cuando estas cosas y otras tan graves o más ocurren en esta crisis de Estado, en la que la polarización llega a extremos peligrosísimos, el papel de los moderados es muy difícil, sepultados como están por un tsunami de ida y vuelta que lo arrasa todo.

Las tensiones internas

Este sería el caso del PSOE en toda España y del PSC en Catalunya. Sin embargo, la desaparición del PSOE de la escena política tiene también responsabilidades propias. El PSOE se refugia detrás del Gobierno porque no quiere asumir unas responsabilidades que entiende que no le corresponden en primera instancia, pero al mismo tiempo toma decisiones, en buena parte tacticistas, que reabren la brecha entre el 'viejo' partido encarnado en la figura de Susana Díaz y otros barones y el 'nuevo' que ocupa ahora la dirección de Ferraz.

La reaparición de la brecha se aprecia en las tensiones internas por la decisión de reprobar a Soraya Sáenz de Santamaría o en las dudas sobre si el Gobierno debe aplicar el artículo 155 de la Constitución si el Parlament aprueba la DUI (declaración unilateral de independencia). El PSOE de los barones, aunque bien es verdad que de forma anónima, ha criticado la decisión de reprobar a la vicepresidenta en un momento en el que este sector aboga por un mayor alineamiento con el PP para hacer frente al desafío independentista.

Explicaciones poco convincentes

Una reprobación, de todas formas, difícil de explicar porque si está fundada en la represión policial, el objetivo debería ser el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. La reprobación se dirige, sin embargo, a la vicepresidenta como «ministra para Catalunya» y, por tanto, responsable de que el Gobierno no pudiera impedir que dos millones de catalanes votaran, aunque Mariano Rajoy saliera la noche del 1-O a decir que no había habido referéndum. No lo hubo con validez y homologación internacional, pero las urnas y las papeletas las vio todo el mundo. Aun así, las explicaciones de la dirección socialista para reprobar a Sáenz de Santamaría son poco convincentes.

En la aplicación del 155 ocurre lo mismo. El PSOE andaluz y sus aliados lo tienen claro, mientras Pedro Sánchez y el PSC dudan, con una mayor oposición en el caso de los socialistas catalanes. Sánchez y el PSC coinciden en los llamamientos al diálogo entre Rajoy Carles Puigdemont (Miquel Iceta ha declarado que si son incapaces de hacerlo deberían dimitir ambos para convocar elecciones en España y en Catalunya), pero esa apelación resulta muy insuficiente ante el marasmo y el clima insurreccional que se vive en Catalunya. ¿No es hora de que el PSOE tome la iniciativa que prometió si Rajoy no lo hacía y presente una solución articulada para tratar de impedir la caída al abismo?