ANÁLISIS

Lectura política de la Liga de Naciones

Müller persigue a Dembélé en el primer partido de la Liga de Naciones.

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Antonio Bigatá

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El calendario futbolístico estaba sobrecargado. Parecía que tenían que suprimirse competiciones, y en cambio aparece en Europa, casi por sorpresa, la nueva Liga de las Naciones. Se hablaba de que las piernas de los jugadores precisaban de menos minutos de actividad al año, pero las cabezas pensantes de ese inmenso negocio de espectáculo y televisión en que se ha convertido el fútbol en vez de reducir el número de partidos han decidido reestructurar el panorama con más encuentros. Lo hacen deprisa y con firmeza. El Mundial de Rusia ya confirmó, por ejemplo, la tendencia a una fase final con cada vez más equipos y más partidos, televisados en directo y generando más beneficios por supuesto.

La nueva filosofía imperante cambia aspectos deportivos. Por el mayor cansancio de los jugadores, conduce a una tendencia general a que las plantillas sean más amplias para posibilitar más rotaciones. También incrementará la autodosificación de esfuerzos de los futbolistas sobre los terrenos de juego (Messi ya era un ejemplo significativo). Si nos fijamos vemos que ya ha empezado una creciente permisividad ante la presencia de reservas en las alineaciones. Lo vimos en la Copa Internacional, otra competición de creación reciente, que va consolidándose en verano, tras las vacaciones, para el rodaje de las plantillas. Hubo partidos que eran literalmente entre reservas. Probablemente lo comprobaremos asimismo, aunque sea con una magnitud más reducida, en esta recién nacida Liga de las Naciones, un campeonato pensado para ser de rango menor a un Mundial o un Europeo.

Más dinero

La aparición de esta Liga de las Naciones refleja el deseo de la UEFA de sustituir el puñado de encuentros amistosos banales y frecuentemente desequilibrados que jugaban tradicionalmente cada año las selecciones nacionales. Ahora será una liga estructurada con categorías, ascensos, descensos y 'play-offs'. Este invento de la UEFA tiene dos características. La primera, que se enfrentarán siempre selecciones similares en potencia (empieza con Alemania contra Francia y España ante Inglaterra en la división A, y Gibraltar contra Macedonia en la división D). La segunda es que habrá mucho más negocio que en aquellos amistosos 'light'  y que la UEFA empezará ahora a llevarse una buena parte de ese dinero.

Podemos sospechar otras intenciones no confesadas por la UEFA o de otras consecuencias buscadas o no buscadas que trae su nueva política. Por ejemplo, que quiera contrarrestar la hegemonía total que tienen los clubs –que son entidades privadas–  dentro del fútbol internacional. O que desee potenciar, tras el éxito de Rusia, el seguimiento popular de las selecciones. Porque las selecciones a través de las federaciones nacionales están más atadas a ella que los clubs. Si dentro del mundo del fútbol crece el papel y peso de las selecciones a costa del que ahora tienen los clubs, habrá consecuencias. Se irá definiendo con mucha nitidez un área del juego entre países a través de las selecciones sin extranjeros, y otra área más desnacionalizada en la que estarán situados los clubs. Porque aunque el forofismo siempre ensalza la identidad nacional de un Madrid (y la diferente de un Barça), un Bayern o una Juve, en realidad, y salvo excepciones, con DNI en la mano son muy poco de casa. La globalización nos ha traído infinidad de casos de grandes equipos que en el fondo no tienen patria. La mayoría de los franceses no considera suya, identitariamente hablando, esa especie de legión extranjera en que se ha convertido el PSG.

Conciencia de europeidad

De todos modos la UEFA tiene que andar con mucho cuidado con estos temas porque los grandes clubs europeos además de ser muy transnacionales –respecto a las fronteras internas de la UE– en la composición de sus plantillas también albergan de forma creciente y en número casi exponencial a africanos, latinoamericanos y asiáticos. El mundo moderno está muy bien retratado ahí. Con todo, y en contrapeso a otras dudas que pueda generar la nueva Liga de las Naciones, es casi seguro que esta competición regular entre selecciones incrementará la conciencia de la europeidad y la pertenencia conjunta de todos los seguidores a una sensibilidad y en buena parte a un proyecto político concreto, y esto seguro que será positivo.