Nochevieja en la nueva política
La principal incógnita para el nuevo curso en Podemos es si el propósito de Iglesias es integrar o laminar
José Luis Sastre
Periodista
JOSÉ LUIS SASTRE
El año 2016 acabó ayer en Podemos después de un curso de pelea política y personal que se escapaba sobre el escenario de Vistalegre, mientras la militancia pedía unidad a gritos y Monedero se movía sin caber en él, lanzando besos al aire, y varios errejonistas no sabían dónde mirar. Militantes que llegaban a la asamblea de otras partes se sorprendían de que la tensión fuera tan cruda como parecía en los medios: «Pensábamos que lo exageraban, pero es que muchos ni se hablan».
El año largo ha dejado heridos en Podemos, porque mientras el graderío se venía abajo cuando Iglesias y Errejón se abrazaban, los derrotados estaban descompuestos y algunos ganadores se dejaban ir tras una votación más clara de lo que imaginaban: «El segundo más votado ni siquiera ha sido Íñigo, ha sido Pablo Echenique. Es un mensaje claro, deberían aprender la lección tras tanto codazo y tanta inteligencia». Ayer fue fin de año en Podemos y hubo quien se comió las doce uvas de golpe.
RÁPIDO ENVEJECIMIENTO
Los corresponsales extranjeros, aunque menos, se siguen interesando por el fenómeno de Podemos, que forma parte de la excepcionalidad con la que España respondió a la crisis, pero se sorprenden de la velocidad con la que ha envejecido. El partido lo impulsaron un grupo de profesores con estudios de laboratorio, cruzando encuestas, telegenia y teoría política, y, sin embargo, toda la profesionalidad y estrategia se mezcló con el instinto y la ambición, que no lo explica todo, pero explica mucho.
Podemos ha pasado de la emoción de su primer Vistalegre a la frialdad en los gestos. «Entonces te llevaba la ilusión, quizá porque acabábamos de llegar, y ahora, ahora es otra cosa», se sinceraba un miembro del equipo fundacional. Podemos ha aprendido que un día abrazas por afecto y otro por nostalgia, que se rompe el amor y en política se quiere poco, que los congresos se ganan o se pierden pero las cosas ya no serán como fueron, que es complicado gestionar la derrota tanto como lo es administrar la victoria. Es la principal incógnita para el nuevo año: si el propósito de Iglesias es integrar o laminar. «Desde luego Errejón no está en posición como para negociar nada», comentó un diputado neutral, si es que tal cosa existe. Podemos ha descubierto los daños de aventar su guerra en los medios y ha acabado tomando nota de la discreción del PP, que ha salvado el cargo de su secretaria general por 25 míseros votos. Se diría que es una crisis, pero en el PP se han puesto a silbar. Y a otra cosa.
Más Rajoy, más Iglesias
El año político arranca con más Rajoy y más Iglesias, el contraste que buscaba el líder de Podemos cuando pedía calle y trinchera. Llamamiento a las esencias. No parece casual que fuera este fin de semana el que aprovechó Susana Díaz para decir más de lo que nunca dijo sobre lo que aún no quiere decir. Madrid, la ciudad hiperpolitizada que a menudo parece un plató, se agita. Sin que nada se haya movido en Podemos ni en el PP, todo se mueve. Sus líderes ya tienen todo el poder y ahora dispondrán dónde quieren las trincheras. Feliz año nuevo. Y polarizado. H
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