Los jueves, economía

Necesitamos fábricas, no casinos

Se ha querido oponer manufactura e innovación en sectores nuevos, lo que constituye un error

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ANTÓN COSTAS

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Mientras seguimos esperando con ansiedad que los gobiernos y las instituciones europeas encuentren una salida a la crisis del euro, déjenme que les hable de una cuestión de interés para nuestro futuro: ¿qué tiene la industria que genera unas virtudes cívicas y un modelo productivo que no surgen fácilmente de otras actividades como las finanzas o algunos servicios?

Estas semanas he tenido la oportunidad de ser invitado por dos instituciones representativas de la mejor tradición industrial: la patronal Cecot de Terrassa y el Gremi de Fabricants de Sabadell. Con anterioridad estuve en la patronal FAGEM de Mataró y en el Consorcio de la Zona Franca de Vigo. Y también en El Ejido almeriense, un potente foco de agricultura industrializada. En todos esos lugares hablamos de la necesidad de fortalecer la apuesta industrialista y de recuperar el prestigio social de estas actividades.

Podría parecer que estamos fuera de tiempo. Pero no es así. La industria genera un tipo de rasgos sociales, valores éticos y virtudes cívicas que no surgen fácilmente de otras actividades. Y, además, las capacidades manufactureras son esenciales para poder mantener capacidades de innovación en sectores punta.

Hace unos días un joven profesor con el que comparto la dirección de un máster en la Universitat de Barcelona, al que asisten una veintena de profesionales latinoamericanos, me mostró su desazón. Estaba contento con el esfuerzo que demostraban, pero no conseguía puntualidad en el inicio de las actividades. Les llamó la atención, hasta el punto de que le dijeron que ya eran mayores para ser recriminados.

Le dije que no se agobiase, que ese no era un defecto individual. La puntualidad es un rasgo social que emerge de un tipo de economía basada en la industria. Allí donde hay máquinas y procesos productivos que se ponen en marcha a las siete de la mañana no es posible que un empleado llegue diez minutos más tarde. Puede faltar al trabajo, pero lo que no puede es llegar tarde. Pero eso no ocurre con otras actividades más informales.

Hay muchas otras virtudes que tienen su origen en la industria. Genera lealtades a largo plazo entre empresarios y empleados y una mayor cohesión social. Produce una sociedad más igualitaria, cosa que no hacen las finanzas al concentrar la riqueza en la cúpula y generar la desigualdad que estamos viendo. Y tiene un nexo muy fuerte con la democracia. Fíjense en que los países cuya economía se basa en la explotación de recursos naturales, como el petróleo, no acostumbran a tener democracias estables. Y así otras muchas cosas.

Sin embargo, en las dos últimas décadas se ha difundido un discurso político y social contra la manufactura basado en la idea de que la industria es cosa del pasado; que el futuro está en los servicios y en la innovación en sectores punta. Eso ha llevado, entre otras cosas, a muchos alcaldes a sacar las fábricas del núcleo urbano y sustituirlas por viviendas y edificios comerciales y de ocio. Un espejismo que ahora vemos peligroso.

Fíjense en esta paradoja. En estos días de inseguridad económica e incertidumbre, provocada por una crisis originada en las finanzas, la economía que se nos pone como ejemplo es la alemana. Una economía esencialmente industrialista, llena de fábricas que producen manufacturas de todo tipo, que está soportando muy bien la crisis. Otras economías que han apostado por los servicios, como el Reino Unido, tienen muchos problemas y ven cómo está aumentando la desigualdad en su seno.

En Alemania, lo mismo que en Francia, la industria sigue teniendo un gran prestigio social. Esto hace que la gente joven vea en la industria un camino adecuado para su trayectoria profesional. De ahí que la formación profesional goce de prestigio y atracción; o que los mejores universitarios e investigadores se orienten a la industria.

Como he dicho, se ha querido oponer manufactura a innovación en sectores nuevos. Es un error. La innovación es una labor de equipo entre investigación en laboratorios y habilidades de la industria que tiene que fabricar los nuevos productos. Esa es la conclusión a la que llega un estudio reciente publicado enTech-nology Review,del que he tenido noticia a través del profesorAlfredo Pastor,que analiza las causas de algunos fracasos de empresas punteras en Estados Unidos. Las capacidades de innovación no son sostenibles si no hay capacidades manufactureras en el país.

Esta es una gran lección para un país con gran tradición industrial como el nuestro que duda del camino a seguir. Para mantener las capacidades de innovación y los valores y virtudes cívicas del esfuerzo y el trabajo bien hecho necesitamos fábricas, no casinos.

Catedrático de Política Económica de la Universitat de Bacelona