Dos miradas

El miedo de mami

EMMA RIVEROLA

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«¡Mami, mañanaMarcme ha invitado a su fiesta! Podré ir, ¿verdad?».

Y mami se pondría a llorar en ese mismo momento. Porque los malabarismos ya no le dan para más. Hasta el lunes no cobrará el paro, este mes un día más tarde porque el 10 cae en domingo. Por un momento, duda. Si no va al supermercado hasta el lunes… pero no, se acabó la leche y ha de comprar pollo para el fin de semana. Las galletas, los refrescos y los caprichos ya hace tiempo que los tachó de la lista. Es una tontería, le dice la razón, tan solo es una fiesta.

-Si tú quieres, irás. Pero, cariño, ya sabes que ahora gano muy poco dinero. No podré comprarle ningún regalo…

El niño calla. Su mutismo es un ladrillo más del muro de silencios que la rodea. Cada vez más alto. Cada vez más opresivo. Hace mucho que ella no queda con nadie, no puede permitírselo. Evita las llamadas, porque las palabras se le ahogan entre lamentos. Se pasa el día haciendo cuentas que nunca salen. Dentro de dos meses se le acaba el paro. Si no consigue un empleo, tendrá que recurrir a los servicios sociales. Aún le cuesta comprender que está hablando de sí misma. Llegan a un cruce, el niño le da la mano y es ella la que se sujeta con fuerza, tratando de espantar el miedo que le retuerce el estómago. La luna de un escaparate le devuelve su reflejo encorvado y no se gusta. Se mira por dentro y siente vértigo. La angustia es un pozo oscuro.