Dos miradas

Me lo sé de memoria

JOSEP MARIA FONALLERAS

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El poeta Jaume Subirana ya había recopilado 50 poemas de Navidad («para recitar subido a una silla»), 50 poemas de boda («para decir ») y 50 poemas para funerales («para decir que no muera la luz»). Se decidió a dar argumentos y palabras a todos los que los necesitaban en situaciones comprometidas o para celebrar la felicidad. Satisfacía la mayor parte de posibilidades con que podemos encontrarnos a lo largo de la vida. El nacimiento, la celebración conjunta, la comunidad, el amor, la muerte. Fiesta, duelo y circunstancias, que es el título de otra antología del propio Subirana. ¿Qué más hay? Poca cosa más. Ahora acaba de publicar otro tipo de selección: 50 poemes per saber de memòria, que recoge no solo los versos que podemos decir ante un auditorio, sino los que hemos guardado en nuestro corazón, la forma más intensa de recibir su sabiduría. Hay ejemplos conocidos por todo el mundo, como Els amants de Estellés, el Assaig de càntic en el temple de Espriu, o el Virolai de Verdaguer. Y otros quizá no tan populares. Tal vez no están todos (cada uno tiene un poema que es el poema: el mío es Plou, de Carner), pero sobre todo hay un elogio de la memoria como mecanismo no solo de placer primario e intelectual, sino como sistema de ligar generaciones y construir una cultura. Hojeen el libro y aprendan al menos un poema. No cuesta nada, aún están a tiempo y no les hará ningún daño. Será también un arma poderosa para luchar contra el olvido.