En sede vacante

Los sedientos llegan a Tombuctú

Josep Maria Fonalleras

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Los resultados de la encuesta que ayer publicó este diario son demoledores, contradictorios y, si me permiten la expresión, esperpénticos. Me explicaré. Demoledores, porque el aumento progresivo de las expectativas de CiU llega a unos límites que van más allá de cierta voluntad de dejar atrás la etapa convulsa del tripartito y se acercan a un tsunami de manual, es decir, a un vuelco radical de la política catalana que incluso evitaría a Mas las tentaciones de un abrazo institucional con los socialistas o de una repetición del pacto del Majestic. En el PSC deben de estar rogando para que la deriva de Zapatero –a pesar del apoyo del FMI– sea tan evidente que sean necesarias soluciones extremas. Es decir, que si las negociaciones del presupuesto no llegan a buen puerto se convoquen elecciones anticipadas y que, si es posible, coincidan con las autonómicas, una alternativa que, en estos momentos, debe ser la única preocupación fundamentada que tienen en CiU. No apoyar a Zapatero en esta encrucijada tan delicada quizá perjudicaría más que favorecería a Mas. Los resultados son demoledores porque la subida de CiU y el descenso a los infiernos de PSC y ERC pueden observarse como si fuesen líquidos de unos mismos vasos comunicantes. Ferreres, a estas alturas, quizá ya dibuja la llegada a Tombuctú de los pobres caminantes, sedientos y vestidos con harapos hechos jirones, que han atravesado un desierto de siete años.

Por otro lado, nunca como ahora hubo tantas ganas de decir adiós a España. Y los resultados son contradictorios y esperpénticos, porque los mismos que quieren la independencia piensan que hoy no toca. Que ya hablaremos. Este es un país de avestruces. Podríamos resumirlo así: «Nos gustaría, sí, pero quizá no es el momento. Dejemos pasar unos días, ¿no? Que mañana será otro día».