Los jueves, economía

Los perdedores votan patriotismo

El auge de la ultraderecha francesa se apoya en la población que más sufre los efectos de la crisis

ANTÓN COSTAS

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Recomienda el refranero que cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pongas las tuyas a remojar. Lo que acaba de ocurrir en Francia en las elecciones regionales del pasado domingo puede ser una señal anticipada de lo que iremos viendo en otros países de Europa, incluido el nuestro. El Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen ha ganado la primera vuelta de las elecciones regionales francesas con el 28,9% de los votos, por encima del 26,9 % de los conservadores de Nicolas Sarkozy y del 23 % de los socialistas de François Hollande. Es decir, uno de cada tres franceses ha votado al FN, un partido antieuropeo, antisistema, antiglobalizacion. La mayor sorpresa no ha sido, sin embargo, los resultados sino quienes le votaron. Al FN se le ve generalmente como un partido populista de derechas con poco ascendente en los sectores populares tradicionalmente de izquierdas. Pero la ampliación de la base electoral del FN ha venido especialmente de esos sectores. Le han votado el 43 % de obreros y el 35 % de los jóvenes de 18 a 24 años. Y también un número creciente de empleados, agricultores y autónomos, más próximos a los conservadores.

¿Qué es lo que ha llevado a estos sectores a votar al FN? Una respuesta es la indignación por lo que está pasando con la corrupción política y la inmigración. Pero los factores más influyentes son los efectos sociales de la crisis. En particular, del paro y de la falta de expectativas. El FN ha sacado más votos en las regiones francesas donde el paro es superior a la media nacional.

Puede sorprender que sean los trabajadores y los jóvenes los que opten por apoyar a partidos considerados populistas y nacionalistas. Pero no debería ser motivo de sorpresa. Solo hace falta tener memoria. En los años 30, en medio de una crisis económica y social en muchos sentidos similar a la actual, los trabajadores y jóvenes apoyaron los movimientos fascistas y nazis. Es incómodo reconocerlo, pero es así.

No hay que olvidar que los movimientos populistas y patrióticos -ya sea el fascismo y el nazismo del siglo pasado o el populismo actual del FN- ofrecen un contrato social atractivo para los perdedores de la crisis y la integración europea. Prometen protección económica a cambio de apoyo al patriotismo nacionalista y a la restricción de libertades civiles. En una situación de incertidumbre acerca del futuro, ese contrato social es atractivo para los perdedores.

JUVENTUD AMENAZADA

El comportamiento electoral de los jóvenes franceses es revelador. La juventud poco preparada, sin bachillerato ni formación profesional, que dispone de menos oportunidades y que se ve amenazada por la apertura y la globalización es la más proclive a apoyar al Frente Nacional.

Es en este punto donde veo las similitudes con la situación de nuestro país. La recuperación de la actividad económica y del empleo en España no está alcanzando a los más jóvenes. El empleo aumenta en todas las franjas de edades comprendidas entre los 35 y los 65 años. Pero las cifras de empleo neto de los jóvenes continúan estancadas cuando no disminuyendo.

Los jóvenes varones sin formación y culturalmente peor adaptados que las mujeres para ocupar los puestos de trabajos que trae la economía de servicios constituyen el nuevo sexo débil de nuestras sociedades. Si no se hace nada, están abocados a formar parte de una nueva gran bolsa de paro estructural de larga duración, como la que tuvimos en los años de la última expansión, y viviendo en entornos familiares desestructurados. No es sorprendente entonces que se vuelvan antisistema, antieuropeos y anticapitalistas. El problema no es que no tengan razón; el verdadero problema es que la tienen.

Hay que recordar que los procesos de integración supranacional como el europeo y las crisis económicas, especialmente en situaciones de intenso cambio tecnológico, tienen ganadores y perdedores. Los ganadores creen que los beneficios llegarán a todos y acostumbran a verse a sí mismos como europeístas, cosmopolitas y anti-Estado nación. Los perdedores, por el contrario, se ven maltratados por esos cambios y sin expectativas de mejora. Por eso acostumbran a buscar apoyo y refugio en el Estado nación. Y dan su apoyo a formaciones patrióticas y antieuropeas.

Por si no fuese suficiente, la Comisión Europea ha entrada en campaña en las elecciones españolas. Su irrupción no presagia nada bueno. Al fijar como prioridades del próximo gobierno la continuidad de los recortes del gasto público y la reforma laboral está aumentando el número de perdedores. Y dando apoyo a aquellos que, como el FN, buscan enfrentar el patriotismo nacional con la UE. La ventaja, de momento, es que aquí no hay un FN. Pero no hay que darle oportunidad de que aparezca.