Los kilos que quita el Photoshop

INÉS Álvarez

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Poco a poco engorda la lista de pasarelas que contribuyen a la lucha contra la anorexia evitando las modelos más flacas. Bravo. Pero hay otros frentes abiertos. Como las tallas. Y es que ir de compras puede provocar frustración. Daré ejemplos. Una mujer de talla 38 comprueba que, tras ser madre a los 40, le sirven los trapitos previos a la ingravidez. Pero en la tienda donde los compró, ahora solo entra en tallas superiores. ¿Nadie controla ese desmadre de tallaje? Otro. Una chica busca una 46 y le sugieren que pruebe en tiendas de tallas especiales. Ante eso puede hacer dos cosas: engullir una burguer XL o ponerse a vomitar.

¿Y qué me dicen del uso indiscriminado de ese bisturí informático llamado Photoshop? Tras pasar por esa varita mágica, cualquiera aparece esbelta como una sílfide, tersa como una adolescente. Poco que decir de su uso en la publicidad más glamurosa, como joyas o perfumes, en las que la mujer --y el hombre-- es un soporte casi irreal, como una acuarela. Pero el caso es que las revistas ya usan ese truco para presentar a famosos imperfectos como ejemplo de perfección. Y en una sociedad en la que las palabras sacrificio y voluntad parecen arcaísmos, resulta más fácil someterse a una liposucción --o una reducción de estómago, medida extrema tomada a veces con frivolidad-- que modificar hábitos nefastos.

Alguien debería ayudarnos. Las tiendas de revelado de fotos, en peligro de extinción por culpa de lo digital, podrían ofrecer un servicio de éxito asegurado: "Pasamos sus fotos por el Photoshop". Y diseñadores como Hussein Chalayan, inventor de la ropa que se alarga o acorta accionando un botón, emplear su ingenio en lograr que hiciera lo propio a lo ancho. Lo que sea. Necesitamos ser engañados.