OPINIÓN

De Leibovitz a Cotrina

Rindo honores a Annie Leibovitz, pero me quedo con Jordi Cotrina

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Rindo honores aAnnie Leibovitz. Rindo honores a sus portadas enRolling Stone, enVoguey enVanity Fair. Rindo honores a que alguien que empezó con una Leica M3, forzando la película Tri-x de Kodak para no utilizar el flash, haya acabado convirtiendo una imagen en casi video. Rindo honores a quien ha convertido la fotografía en algo más que una imagen y, por supuesto, en mucho más que mil palabras. Rindo honores a quien ha sabido pelear, contra todo y contra todos, para proteger su vida personal y terminar siendo una de las reinas artísticas del pasado y nuevo siglo.

Rindo honores aAnnie Leibovitzporque ha conseguido que aquellos que no aman la fotografia la miren como si mirasen unmiquel barcelóo el último gol de Leo Messi. Rindo honores a quien, a base de parar la imagen, ha conseguido que los más importantes, las más ilustres, los más poderosos, hagan cola en su estudio para someterse a una o diez de sus sesiones. Ella ha logrado, como consiguieron otros hombres, que su nombre y apellido vaya asociado a tal explosión de arte, luz y color que necesites de gafas de sol y visera para no deslumbrarte ante semejante obra.

Rindo honores aAnnie Leibovitz,pero me quedo conJordi Cotrina. Me quedo con el fotoperiodismo. Me quedó con la inmediatez, disculpen. Me quedo con la velocidad de la luz, con esa yema deldedo índice de la mano derechadeCotrina, que aprieta su Nikon justo en el instante, en la milésima de segundo, en esa fracción mágica, que convierte el vuelo dePep Guardiolaen la foto del año, del héroe volador.

Rindo honores aAnnie Leibovitzpero prefiero elojo fugaz, veloz, de rayo, de relámpagodeCotrina. Leibovitz se pasa días, semanas, meses preparando su fotografía. Cotrina la caza al vuelo. Y, si se le escapa, busca otra. Cotrina no tiene ayudantes. Cotrina la captura al aire, se va a un rincón del césped, enciende su ordenador, conecta su móvil y nos pasa la foto del año, del siglo, del Centenario del Barça como el que pasa la foto de su perra. Sin darle importancia. Es más, creyendo que es una mierda. Ese jurado que acaba de otorgarle tan merecidamente este premio no sabe, ignora, desconoce u olvida que a Cotrina no le gusta ni una sola de sus fotografías. Ni siquiera las que le han premiado.

Insisto, lo siento, rindo honores aAnnie Leibovitzpero prefiero elcarrito de aluminio que Cotrina arrastrapor los aeropuertos, por los aviones, por los pasillos de los hoteles, de las fondas, por los vomitorios de los estadios, por el césped, con su pesado 400 mm, con su ordenador personal, con su sumicrom, con su zoom 50-200, con su dos cajas, con las baterias, con su móvil, que todos esos ayudantes (dicen que hasta 20), la troupe que arrastra consigo la norteamericana: peluqueros, maquilladores, estilistas, iluminadores, carpinteros, pintores, etc, etc.

Cotrina no puede ni pedir permiso para hacer su foto, imposible sugerir a los futbolistas que manteen a Guardiola ante su objetivo y que lo manteen hasta que a él le guste su vuelo, su sonrisa, su carita de tricampeón, su imagen.Admiro a Leibovitz, venero a Cotrina.

Rindo honores a Leibovitz porque conserva su Leica, porque aún no se han amarilleado sus fotos en blanco y negro, las que más me gustan, aquellas que empezó a hacer cuando, en aquel cuarto oscuro de la base aérea de Filipinas donde su padre fue asignado durante la guerra del Vietnam, descubrió su amor por la fotografía. Es esa Leibovitz la que me tiene robado el corazón. Como me lo tieneCotrina,el tipo que debería de conocer Leibovitz en su próxima visita a España.