Ventana de socorro
Legislatura estoica
Vivimos un momento frente al cual solo cabe reivindicar el pesimismo
Ángeles González-Sinde
Escritora y guionista.
ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE
Para quien no lo recuerde, hasta el siglo VI, en que un Papa la eliminó de la lista, la tristeza también era un pecado mortal, así de mala es su fama. Según esto, conviene estar alegres porque la pena y la consecuente debilidad llaman al demonio, como advertía santa Teresa a sus monjas. Por una parte esa filosofía está muy bien, nos concede cierto permiso para no angustiarnos en exceso ante las desgracias y ponernos, por así decir, el mundo por montera. Pero por otra da a entender que tenemos en nuestra mano sentirnos bien, como si de una opción individual se tratara. Hoy en día esta creencia tiene millones de adeptos y para ellos escriben autores de todo pelaje miles de manuales de autoayuda que prometen mejorar desde nuestra gestión empresarial a nuestra salud, nuestra mente, las relaciones interpersonales o propulsarnos al éxito profesional. No es un género nuevo. Hace muchas décadas que, con títulos más rupestres, ya se publicaban estos tratados, un ejemplo es Cómo hablar en público e influir en los hombres de negocios, de Dale Carnegie, que todavía está en las tiendas y eso que se publicó por primera vez en 1936.
PARA SUPERAR EL PÁNICO
El declive y proscripción actual de la tristeza (que en el siglo XIX llegó a ser tan chic), encaja perfectamente con el sistema económico neoliberal que responsabiliza al individuo de sus carencias y fracasos, como si el contexto social fuera un mero adorno. Yo, en cambio, estoy convencida de que vivimos un momento frente al que solo cabe reivindicar el pesimismo, como hacían los estoicos. Frente al optimismo incurable y un tanto infantil de quien se indigna porque cree firmemente que un cambio a mejor es posible y se cabrea porque le es negado, yo propongo aceptar de partida que somos torpes y en general fracasamos. No hay otro modo de superar el pánico, por ejemplo ante la malísima posición del socialismo, más que mirándolo de cara y aceptándolo. Solo de ese modo recobraremos la serenidad que nos permita dar algún paso constructivo. Nos espera una legislatura de mucho leer a Séneca y Marco Aurelio.
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