Las debilidades de Mas

ASTRID BARRIO

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Aunque las elecciones del 27S fueron celebradas como una victoria por Junts pel Sí lo cierto es que con el paso de los días esa victoria se está revelando cada vez más pírrica y está poniendo de manifiesto la creciente debilidad del Artur Mas en los distintos frentes y su escaso margen de maniobra, con independencia, además, del también desfavorable panorama judicial que afronta.

En primer lugar Mas no controla el Parlamente y sigue sin disponer de una mayoría parlamentaria que le garantice la investidura. Y ello es así a pesar de la enorme concesión que ha hecho a la CUP a través de la propuesta de resolución que ha de servir para poner en marcha la secesión en los términos establecidos por ese partido. Un partido que rápidamente se ha olvidado de su promesa electoral de contar votos y no sólo escaños, una condición que consideraba imprescindible para una declaración unilateral de independencia, que en la practica es lo que contiene la propuesta de resolución pactada con CDC. Pero en el aspecto en el que la CUP sí mantiene la coherencia es la negativa a investir a Mas, una posición que ha sido ratificada, no sin una cierta discrepancia interna.

En segundo lugar, y en parte como consecuencia de la propuesta de resolución Made in CUP, Mas también empieza a ver resquebrajada la unidad en el seno del gobierno, una unidad que se había visto reforzada tras la salida de Unió en junio. Parece ser que numerosos Consellers han mostrado su incomodidad con el contenido de la propuesta de resolución que sitúa a CDC en una posición que no le es propia. Y es que aunque muchos sostienen que desde CDC se mira con simpatía a la CUP porque en parte son sus “hijos o sobrinos”, lo cierto es que la distancia entre ambos partidos tanto en formas como en contenidos es abismal.

En tercer lugar Mas no controla la coalición con la que se presentó a las elecciones y no ha sido capaz de darle continuidad de cara a las generales. Antes del 27S podía chantajear a sus potenciales socios con retrasar las elecciones y no disolver el Parlament, como al parecer sucedió, pero ahora ya no dispone de dichas atribuciones puesto sólo es un presidente en funciones con pocas posibilidades de repetir en el cargo. Esta circunstancia y el hecho de que la suma de ERC y CDC no haya sumado sino que más bien haya restado explican porque ambos partidos, muy a pesar de CDC, concurrirán el 20 de diciembre por separado pese a compartir una parte del programa. Asistiremos por tanto al estreno electoral de CDC en solitario, un partido que aunque debilitado sigue siendo el más fuerte, el más organizado y el que sigue teniendo más peso institucional.

En cuarto término Mas pierde apoyos entre la ciudadanía ya que de acuerdo con los últimos datos ofrecidos por Metroscopia, el 71% de los catalanes rechaza la idea de que vuelva a ser presidente, una cifra que se ha reducido cerca de ocho puntos desde el mes de septiembre. Parece pues que ante la opinión pública pesan más los escándalos de corrupción que afectan a su partido y a la familia Pujol que su supuesta condición de víctima de persecución por parte del “estado español”.

Su situación de debilidad es tan grande que nada hace prever que pueda ser investido presidente, a menos que hagan su aparición un par de diputados díscolos. Más plausible es la celebración de unas nuevas elecciones en marzo, a las que previsiblemente, él ya no se presentará. Llegados a este punto sólo cabe preguntarse si lo acontecido en el último mes era necesario ¿No hubiera sido todo más sencillo de gestionar si Mas, la misma noche electoral, en vez adoptar un aire triunfal hubiese aceptado la derrota del plebiscito y por tanto su derrota? Una dimisión a tiempo, estilo Salmond, hubiese dado un margen de maniobra necesario que hoy parece agotado. Pero es que los mismos que reprochan a España no actuar como el Reino Unido son los mismos que tampoco han actuado como Escocia. Durante la campaña Mas afirmó que si el plebiscito no ganaba habría que reconsiderar el proceso, y en vez de eso ha optado por una huida hacia delante. Una huida que sólo se explica por su necesidad de supervivencia para controlar la sucesión en su partido. El interrogante por esclarecer es si Mas todavía controla el partido y si este se dejará arrastrar por él. Al fin y al cabo no deja de resultar extraño que CDC sea el único partido que todavía no ha sufrido faccionalismo interno a causa del proceso, y más, siendo como lo ha sido históricamente, un partido muy plural. Veremos si este acaba siendo el talón de Aquiles de Mas.