Absurda jornada de reflexión

JOSEP MARIA POU

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Seamos sinceros: cada uno tiene el voto pensado y decidido desde hace días, sino años. Incluso los indecisos, que juegan a decidirse, apurando el límite, más por amor al riesgo y la adrenalina que por confiar en el milagro del último minuto. Dudas, las justas. Corazonadas, pocas. Impulsos, menos. La ideología no es algo que pueda cambiarse según el pie con el que uno pisa el suelo al levantarse: hoy izquierdo, mañana derecho, y si caigo de culo voto centro. No. Es algo de siembra más honda y crecida mucho más lenta. Y el sentido de lo práctico, de lo útil, la infidelidad del voto, si procede, no son cosas que aparezcan de repente, como faros en cambio de rasante.

Por el contrario, es algo que viene cociéndose en el día a día. Todas las jornadas de campaña son -han sido- jornadas de reflexión, con desigual resultado: descreimiento, los lunes; hastío infinito, el martes; repunte de ánimo, el miércoles; la luz en el túnel, los jueves; de nuevo el cabreo, en viernes; y oídos incrédulos (sino estupefactos) en los mítines de sábado y domingo. Y vuelta a empezar.

Por eso, dando por supuesto que hoy no les pillo en la postura del pensador de Rodín y que ya tienen la papeleta en el sobre o casi, me propongo hacerles reflexionar sobre algo bien distinto. Por ejemplo, sobre esa curiosa noticia que dice que, por increíble que parezca, hoy hay muchos más niños que niñas en las escuelas de ballet clásico de todo el mundo. Hasta tal punto, que empieza a preocupar la falta de una buena 'prima ballerina' en un futuro no lejano. No me digan que no les sorprende.¿Más niños que niñas practicando el 'pas de bourrée' en punta y media punta? Y parece que todo se debe a la influencia de la película 'Billy Elliot' (y del musical posterior, todavía en cartel en Londres), que ha venido cambiando la mentalidad no solo de niños ya más o menos predispuestos, sino de padres y maestros.

En los años 50 y 60 corría por este país un axioma que decía: “Todos los hombres que trabajan en el mundo del espectáculo son maricones, mientras no se demuestre lo contrario; menos los bailarines, QUE LO SON, aunque se demuestre lo contrario”. Los niños de ahora ya no creen en axiomas. Hacen saltar por los aires “verdades incuestionables” y bailan, libres, ajenos a etiquetas. Decididos. Propiciando el cambio. Con las ideas claras. Producto, quizás, de horas de reflexión que, sumadas una a una, no llegan ni siquiera a media jornada.