Ideas

El escritor reposado

A partir de ahora pidan disculpas ustedes por no comprar libros

JENN DÍAZ

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«Escribir puede enloquecer a las personas. Deben llevar una vida apacible, holgada, burguesa. Si no, enloquecen». Estas palabras no son mías, sino de Clarice Lispector; pero, como en tantas otras ocasiones, las utilizo para poder concretar una idea que me preocupa. Quiero ser un poco más permisiva que Clarice, eso sí, y diré que no hace falta que la vida del escritor sea burguesa, pero sí debe ser -al menos- reposada.

Lo digo porque llevo unos días trabajando con mi hermana y siento que algo falla. Varias cosas fallan. La primera, la que más me preocupa, es que aún necesite económicamente hacer este tipo de trabajos -físicos, con horarios, puntuales- para sobrevivir. La segunda, que todas las horas que paso trabajando mecánicamente, con movimientos exactos que se repiten hasta el hartazgo, son horas estériles: no puedo pensar en literatura.

La primera tiene fácil solución: necesito que ustedes, sí, ustedes, compren mis libros. No los lean si no quieren, pero cómprenlos -por estética, por compasión. A menudo la gente se disculpa cuando sabe que soy escritora: que no te sepa mal, pero es que no me gusta leer.

Eso se acabó. A partir de ahora pidan disculpas, ustedes, sí, ustedes, por no comprar libros. Lo de leer es otro asunto.

La segunda es más compleja. Soy productiva mientras estoy escribiendo. Cuando paro, me seco por dentro: no se me ocurre nada. Nada, ni un cuento. Así ustedes no podrán comprar mis libros ni siquiera por estética.

Pueden, los que gozan de doble vocación, combinar la arquitectura con la poesía, la docencia con las novelas, el periodismo con el relato. Pero no es mi caso. Mi vocación es firme, pero única.

Desde que me dedico profesionalmente a escribir siempre le he dicho que sí a mi hermana cuando me ha preguntado si quiero trabajar unos días con ella. Al llegar, la jefa me da la bienvenida y me dice que algo en la sociedad no funciona si aún tengo que trabajar con ellos. Y sí, algo va mal: ustedes, además de no leer, ¡no compran libros! Ni siquiera por estética.

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