Al contrataque

Jazz porque sí

La inesperada muerte de 'Cifu' me pone alerta, vigilante. No quiero que sus espacios en la radio sean dedicados a otra cosa que no sea el jazz

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Juan Claudio Cifuentes murió el martes. Era un inmenso, incombustible, inagotable divulgador cultural que hacía algo minoritario accesible para todos. Nacido en Francia durante el exilio de sus padres, había sido percusionista en sus tiempos mozos. «El jazz es uno de esos males con los que no te sube el colesterol», decía indicando lo adictivo de ese elemento. Sus trabajos desmentían la máxima, porque de su mano, tanto en sus programas de radio como en los de la tele, el jazz se convertía en un bien. El martes Radio Clásica le dedicó toda su programación. Fue una experiencia increíble pasar todo un día oyendo jazz, esa música fascinante que gracias al talento de los descendientes de esclavos africanos nació en Estados Unidos e irradió a todo el planeta. Hoy hay músicos extraordinarios en lugares alejadísimos de ese eje afroamericano como Suecia o España. No sé cómo tocaría la batería Cifu, pero hacía varias otras cosas muy bien. Por ejemplo transmitir conocimiento. Supieras o no de jazz, si escuchabas uno solo de sus programas aprendías a distinguir los instrumentos y a ponerles nombre, te empezaban a sonar conceptos como melodía, ritmo, armonía, silencios y sus complejas combinatorias. Podías ser un jovencito loco por el rock, pero si pillabas de carambola A todo jazz A todo jazzJazz porque sí, no cambiabas la emisora. Te daba claves, tenía discurso, había estado en esos locales de los que hablaba, había escuchado en vivo a los más grandes y con esos datos, te animaba a pensar por ti mismo, como piensan los grandes músicos de jazz, y a romper las barreras de los géneros absorbiendo todo lo que te sirviera para crecer y encontrar tu propia manera de definir la vida.

Gimnasia para la mente

Tengo la teoría de que el jazz, por sus múltiples y sofisticadas variables de sonidos, tempos y líneas melódicas, es bueno para el cerebro. Creo que todos los niños deberían ser expuestos a unas horas de jazz a la semana. Como la música de Bach o de Mozart, es gimnasia para los procesos mentales, entrenamiento sin esfuerzo, porque tiene algo que cala muy adentro y te obliga a un proceso intelectual suave, pero atento. Tuve la suerte de ser hija de un aficionado y de niña pedía mi dosis. El jazz está poco presente hoy en nuestro panorama vital y cultural. A pesar de los buenos festivales que hay en nuestro país, su difusión en medios masivos es escasa. Por eso la inesperada muerte de Cifu me pone alerta, vigilante. No quiero que sus espacios en la radio sean dedicados a otra cosa. Estoy segura de que el gran maestro ha dejado un buen puñado de discípulos, porque su pasión era todo menos excluyente, era contagiosa, como oyente te sentías invitado a participar, a compartir. Quizá ese fuera su secreto, el entusiasmo y la sabiduría de un gran docente. Que no pare la música que Cifu amaba.