Pequeño observatorio

Iniesta o la modestia productiva

JOSEP MARIA ESPINÀS

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A diferencia de algunos escritores que, indiscutiblemente, vuelan más alto que yo, soy aficionado al fútbol. El interés me viene de lejos. Era un niño cuando mi abuelo Espinàs me llevó al campo de Les Corts. No recuerdo contra quién jugaba el Barça ni quién ganó.

Ya adolescente, sí soy consciente de haber cogido varias veces el tranvía que me acercaba al campo. Me sentaba en lo que se llamaba «el gol de abajo»... No, no me sentaba. Me parece que estaba de pie, en medio de unos adultos desconocidos, muchos de los cuales fumaban cigarros y se giraban hacia atrás para comentar apasionadamente una jugada desafortunada o casi me asfixiaban cuando me abrazaban para celebrar un gol.

Después abandoné esta costumbre dominical, pasaron muchos años y un día me encontré escribiendo el 'Cant del Barça'. Cosas de la vida. He seguido siendo culé, o 'coler', o como haya que llamarlo. De BalmanyaEscolà y otras figuras futbolísticas de la época he pasado a admirar, desde casa, a otros jugadores, y celebro que haya llegado el momento de la admiración pública y general hacia Iniesta.

Iniesta no es una vedete del fútbol. (De hecho, si no se juega de delantero, y tal vez de portero, es difícil ser una vedete. Los centrocampistas son los humildes de un equipo. Hasta que, como en el caso de Iniesta, la calidad va progresivamente imponiéndose, y cuando esta calidad se mantiene días y años acaba haciéndose del todo visible). En los últimos partidos que ha jugado ha sido reconocido públicamente como el mejor jugador. Eso de «el mejor» siempre es discutible en muchos ámbitos, pero yo diría que tiene la gran cualidad de la lucidez rápida para prever una situación futbolística y tomar las mejores decisiones. Es un fabricante de éxitos para sus compañeros. La inteligencia de saber en cada momento cuál es el mejor pase para que otro haga un gol.

Iniesta es un ejemplo de modestia productiva.