La rueda

El impuesto de la lotería

CARLES SANS

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Cristóbal Montoro ha subido 50 veces los impuestos. Impuestos que, en algunos casos, no solo han servido para recaudar menos, como en el caso del IVA cultural, sino que han provocado que el contribuyente pierda capacidad adquisitiva. A partir de este año, como es sabido, en los premios de la lotería superiores a 2.500 euros, el Estado se queda el 20% del importe. Un amigo a quien le ha tocado un pellizco del gordo de Navidad, después de la lógica alegría, y conocedor de los muchos disparates que se han hecho últimamente con el dinero público, se hizo una pregunta muy sensata: «¿Qué iba a ser de ese 20% en manos de la Administración del Estado?».

Apelando a la solidaridad, todos tenemos la conciencia de que, tal y como está el país, es necesario un esfuerzo colectivo para sufragar tanta deuda, tanto déficit y tanto paro. El problema es que no siempre se ve con claridad lo que los administradores hacen con nuestros impuestos. No hace mucho me preguntaba un trabajador en precario que, cara a futuras elecciones, por qué debía de confiar en personas pertenecientes al mismo partido político que los que nos han administrado mal en pasadas legislaturas. PP y PSOE se han repartido los errores de aquella España que decían que iba bien y que ha acabado yendo mal.

Visto lo visto, propongo que ya que hay que entregar una parte considerable de un premio de lotería al Estado, que sea el afortunado el que decida adónde quiere que vaya a parar ese dinero que el azar ha puesto en sus manos. Ya sea para organizaciones solidarias, oenegés, banco de alimentos, Cruz Roja, residencias para ancianos, o para cualquier organización con necesidades económicas que vería como agua de mayo una inesperada aportación. Esa sería la mejor manera de saber adónde va a parar el impuesto y, a su vez, una forma de premiar la encomiable labor de tales organizaciones.