IDEAS

El hombre de la motosierra

RAMÓN DE ESPAÑA

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Aunque en los últimos tiempos nadie le hacía mucho caso, hubo una época en la queTom Sharpefue un súperventas mundial. Su éxito en España coincidió con mi juventud, y el señorSharpe contribuyó enormemente a alegrármela con sus farsas delirantes, tan británicas y, al mismo tiempo, tan comprensibles para cualquier lector con sentido del humor. Iluso de mí, llegué a pensar que gracias a él la literatura humorística empezaría a ser tomada, valga la paradoja, en serio en nuestro país; pero la realidad me ha llevado la contraria: con la excepción deEduardo Mendoza, los españoles siguen considerando al humorista un majadero o alguien que desperdicia su talento en obras menores.

Afortunadamente para él,Tom Sharpese insertaba en una tradición literaria que ya había dado personajes de fuste, especialmente esos dos escritores a los que consideraba sus maestros:P.G. Wodehouse yEvelyn Waugh. «Ellos narraban con bisturí. Yo, con una sierra eléctrica», llegó a decir al respecto. Y no se equivocaba: siWaughle añadió mala uva al humor blanco deWodehouse(o no tan blanco, ya que el retrato de la burguesía de su país que hizo a través del badulaque de Bertie Wooster, un inútil total que iba vendido sin su fiel mayordomo Jeeves, era demoledor),Sharpelos elevó a ambos a una nueva dimensión de la estupidez humana. Que es el tema central no solo de la obra de nuestro hombre, sino de la de cualquier autor cabal y lógicamente preocupado por el mundo que le rodea.

Como toda persona inteligente,TomSharpe no se hacía muchas ilusiones acerca de sus compatriotas. Como decía uno de esos personajes: «Cojamos a un inglés. ¿Qué tenemos? Un idiota. Cojamos dos: un club. Cojamos tres: un imperio». Tal vez por eso se instaló en Llafranc, donde recibía las cíclicas visitas de su biógrafo y amigo comúnLlàtzer Moix. La última vez que lo vi fue cuando se le concedió el Gran Premio del certamen La Risa de Bilbao, hace un par de años: no se le entendía gran cosa, pero, aunque bebido y en silla de ruedas, se nos metió a todos en el bolsillo.