IDEAS

La tragaperras de Iggy Pop

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MIQUI OTERO

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Parece que si una mariposa bate las alas en un Hard Rock de Pekín, se desata un huracán (o se enciende el aire acondicionado o suena una balada de los Scorpions) en otro de Andorra la Vella. O, al menos, mi cabeza conecta que finalmente prospere Barcelona World, ese dinosaurio del ocio ubicado en Tarragona, y se vea amenazado el bar Prize, uno de los abrevaderos con más solera de Sant Antoni.

Será la cadena Hard Rock la que desarrolle el plan faraónico. ¿Para qué querrías, si no eres David Meca o La sirenita, una piscina de 6.000 metros cuadrados? Quizá porque solo es necesario observar a alguien ojeroso aflojando monedas en la tragaperras de un bar chino para concluir: ¿acaso la felicidad plena y la salvación del alma no pasa por las 1.200 máquinas que promete este nuevo complejo?  Para todo ello se han rebajado los impuestos de casinos de un 55% a un 10%, pero, oye, ¿quién piensa en esa minucia cuando prometen un hotel con forma de guitarra?

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Su apuesta ética y estética, camisetas globalizadas y 'memorabilia' nostálgica (tomarse algo al lado de una bandana sudada por Axl Rose), me recuerda a lo que le dice Mick Jagger a Homer Simpson en un campamento de 'rock stars': "Regla número uno: ¡Aquí no hay reglas! Regla número dos: pícnics prohibidos".

La idea de bar rock (y su relación con las leyes) del Prize es algo diferente: cuando, aún barbilampiño, entré por primera vez, la estrella era una iguana que residía en una pecera al lado de la barra: en el nombre de esa mascota (Iggy, por The Stooges) palpitaba el espíritu del local. Yo la escrutaba atocinado por la cerveza buscando la respuesta al misterio del tiempo y ella me deparaba más experiencias psicodélicas que las de Nicolas Cage cuando ve reptiles en 'Teniente Corrupto'. Ese, con sus pequeños recitales y su fauna de barrio, era el lugar donde acababas escuchando guitarras y libando quintos ese martes en que no ibas a salir pero te liaste. Ahora el bar de leyenda anda acuciado por unas deudas que suman lo que valdrán unas cuantas suites en el complejo billonario. Pero, como rezaba aquella cita comiquera en la novela de Junot Díaz: "¿Qué le importan las vidas breves, anónimas, a Galactus?". A nosotros sí.