INTANGIBLES

Goebbels, mentiras y verdades

JESÚS RIVASÉS

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Mariano Rajoy, en plena campaña de unas elecciones que no está claro que se celebren, encadena con su conocida tranquilidad reveses y alegrías. Confía en que siga vigente la máxima de su paisano Camilo José Cela, “en España, el que resiste gana”. Si la semana pasada, el anuncio de que el déficit público se había desbocado hasta los 55.755 millones de euros, un 5,16% del PIB, fue un mazazo, el presidente desayunó ayer lunes con unos buenos datos de paro registrado. En marzo, en número de desempleados cayó en 56.126 personas, hasta los 4.094.770 parados, mientras que los afiliados a la Seguridad Social subieron en 138.086.

El paro y el déficit son los grandes problemas económicos y sociales de un país en interinidad, a la espera de Gobierno o elecciones. El nuevo Gobierno, el que sea, encara una tarea hercúlea. España no puede mantener indefinidamente un gasto muy superior a los ingresos. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría tiene razón cuando dice que el Gobierno de Rajoy ha reducido el déficit a la mitad en cuatro años. El problema es que no es suficiente, además de no cumplir con lo pactado con la Unión Europea. Con un déficit tan monstruoso a pesar de todo -55.755 millones- solo hay dos opciones, que el Estado ingrese mucho más o que gaste menos. La tan criticada austeridad del Gobierno de Rajoy, que tantos disgustos le ha costado, lo ha sido menos. Todavía más, el equipo del presidente tiene todos los datos para demostrar que los recortes han sido bastante menores de la idea que se ha instalado en la sociedad, pero no ha sabido utilizarlos y ahora Rajoy se siente aquejado de lo que sería el síndrome de Goebbels, aquel jerarca nazi que descubrió –y aplicó- que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.

El gasto corriente de todas las Administraciones Públicas en 2015 fue de 436.206 millones de euros, casi lo mismo que cuando el PP llegó al poder, a finales de 2011. Ese año, las Administraciones gastaron 436.736 millones de euros, apenas 530 millones más, lo que desmonta el argumento del austericismo. El gasto en prestaciones sociales también se ha mantenido, 198.800 millones en 2015 frente a 194.720 millones en 2011. Es cierto que en Sanidad se gasta menos, unos 3.000 millones y otros tanto menos en Educación. Además, y es lo que notan muchos ciudadanos, se han endurecido las condiciones para disfrutar de ciertas prestaciones, desde las de desempleo a las de sanidad. Pero de ahí, a la quiebra del Estado del bienestar o a un desplome de los gastos sociales media un abismo. Los grandes recortes se han concentrado en la inversión pública. Las cuentas están ahí y si el Gobierno no las explica, alguna explicación tiene que haber. El futuro es muy complicado, sobre todo si el objetivo –anunciado por algunos- es gastar más, porque lograr que las Administraciones ingresen de repente 55.000 millones más parece fantasioso. Habrá, ahora sí, y con cualquier Gobierno, recortes importantes. Y si alguien lo duda, ahí está el ejemplo de Tsipras en Grecia.