Dos miradas

Estar fuera

Ser de izquierdas no nacionalista parece ser la doble traición: sospechoso para una derecha española con tics autoritarios y desleal con los que en Catalunya han apostado por el 'procés'

Pleno en el Parlament

Pleno en el Parlament / periodico

Emma Riverola

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Y no por vacaciones. Tener esa sensación desde hace meses. Años. Algunos le llaman equidistancia. La mayoría, de uno y otro lado, eligen palabras más despectivas. Desde la solidez de una creencia, las ideologías se contemplan como tibiezas insoportables. Ser de izquierdas no nacionalista parece ser la doble traición. Sospechoso para una derecha española con tics autoritarios y desleal con los que en Catalunya han apostado por el ‘procés’. Desde la atalaya de los que se han apropiado de todas las grandes palabras, es una postura insostenible. Si ellos son los dueños de la democracia, la libertad y la justicia social, los que no están con ellos son cómplices de totalitarismo. La facilidad con que se acepta la falacia es la constatación de que vivimos mucho más que un combate de ideas y que la razón va perdiendo todas las batallas.

Es posible señalar culpables a uno y otro lado. Denunciar una y otra vez la perversión del PP al incendiar Catalunya con el Estatut y su irresponsabilidad al judicializar la política. También contemplar con estupor el desfile de todos los héroes de la historia, desde Gandhi a Mandela, usados y abusados por unos políticos que se lanzaron a toda máquina hacia un destino para el que no había ni vía ni mapa. Muchos siguen ahí, impulsados por el salto al vacío. Mientras otros, sin billete en ese convoy ni una sólida columna donde apoyarnos, contemplamos cómo se nos cuartea el suelo por minutos.