Dos miradas

Espiral Colau

El gobierno de Ada Colau ha entrado en la espiral magnética de los males. Ese periodo en el que todo lo que puede salir mal, sale peor. En el que se suman todos los errores, propios o ajenos

La alcaldesa Ada Colau, en el pleno del pasado febrero.

La alcaldesa Ada Colau, en el pleno del pasado febrero. / periodico

Emma Riverola

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El gobierno de Ada Colau ha entrado en la espiral magnética de los males. Ese periodo en el que todo lo que puede salir mal, sale peor. En el que se suman todos los errores, propios o ajenos. El hálito del perdedor se respira cuando se suspende la Barcelona World Race o se circula por Glòries o los vecinos del Raval organizan un 'narcotour'. La debilidad es eso. Acabar atrayendo todas las críticas sin apenas altavoces que las contrarresten.

Que Barcelona en Comú desconociera los entresijos de la política municipal es lógico. No tanto que desaprovechara buena parte del conocimiento de ICV o rompiera el pacto con el PSC y añadiera más rotos a la red de las complicidades. Aunque la reserva ante unos y el rechazo a otros se han producido por circunstancias muy distintas, cabe preguntarse por la motivación última de ambas. ¿Se buscaba la integridad ideológica o se actuaba por temor? Miedo a perder la pureza, a heredar las críticas, a quedar atenazados por las diatribas independentistas. Si es así, el esfuerzo es inútil. El nacionalismo solo admite la adhesión. Basta recordar a Pasqual Maragall, vituperado hasta la saciedad, tachado de borracho cuando ya no había argumentos ideológicos para combatirle o traicionado por Artur Mas, que pactó la rebaja del Estatut del 2006 con Zapatero. O se combate con ideas, valor y suma de esfuerzos o seguimos en la espiral de la izquierda y sus complejos. Nada nuevo. Pero desalentador.