Sánchez, la sartén por el mango
Los socialistas tienen la llave de la gobernabilidad pese a haber obtenido el peor resultado desde 1977. Pedro Sánchez ha sobrevivido a la tijera mediática que lo ninguneó para facilitar el sorpasso de Podemos, hasta el punto que Mariano Rajoy lo dio por hecho en Bruselas 48 horas de las votaciones en un corrillo con Angela Merkel. El gravísimo hundimiento electoral en las grandes ciudades y entre las generaciones más jóvenes erosiona muchísimo su potencial de futuro como partido de izquierdas. Pero los éxitos o fracasos en política se miden sobre todo en función de las expectativas. Y ahora Sánchez tiene la sartén por el mango, aunque eso conlleve también el riego de quemarse. La pregunta es si el PSOE tiene alguna posibilidad de alcanzar un pacto con alguien más o si, de lo contario, vamos a presenciar una mera teatralización de cara al escenario de unas nuevas elecciones. Seguramente es demasiado pronto para descartar nada.
Todo indica que habrán, por lo menos, dos intentos de investidura. Primero la de Rajoy, condenada de entrada al fracaso. En este punto, la unanimidad entre las filas socialistas es completa. Curiosamente tampoco el PP tiene prisa en ofrecerle nada sustancial al PSOE para seducirlo. La presidencia del Congreso es poca cosa y podría obtenerla fácilmente con el apoyo de los otros grupos. Por otro lado, abrir la ponencia de la reforma constitucional es lo menos que puede pasar en esta legislatura. El PP confía en que es solo un primer no, que habrá tiempo para discutir una oferta en serio cuando los socialistas se enfrenten al dilema de unas nuevas elecciones. Pero ese agrio cara a cara televisivo marcó un rechazo visceral a la figura de Rajoy que no tiene solución.
Sánchez, pues, esperará a que le llegue su turno para intentar un pacto con las fuerzas a su izquierda. El problema es que a Podemos eso no le interesa en absoluto. Solo así se explica la exigencia de un referéndum de secesión que sabe inasumible para el PSOE. Iglesias afirma que la consulta no ha de ser vista como una línea roja, sino como un “pegamento” territorial. En ninguna democracia se entiende que la autodeterminación sea una cola, sino más bien un disolvente. Por eso no figura en ninguna constitución avanzada. Solo en la URSS comunista existía ese derecho, y era pura retórica. A parte del referéndum, el tono de desprecio con el que Iglesias trata al líder socialista, con esa última propuesta de un independiente al frente del Gobierno, indica que los podemistas prefieren nuevas elecciones con el objetivo de buscar la polarización máxima con el PP. Sánchez tiene la sartén por el mango, difícilmente para formar un gobierno de izquierdas, pero sí para evidenciar la estrategia populista por la que opta Podemos. Y siempre que logre, claro está, poner freno al guirigay interno de algunos barones.
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