Pequeño observatorio

El hombre de pocas y duras palabras

A menudo no se ha de querer saberlo todo y hay que respetar los silencios de los demás

El valle del Jerte

El valle del Jerte / periodico

Josep Maria Espinàs

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Es posible que el lector sepa que, mucho tiempo atrás, hice varios viajes a pie por la península. Ahora, ordenando la veintena de libros que escribí, me he encontrado con el prólogo del viaje por Extremadura. Si no me equivoco, un avión me llevó a Talavera de la Reina, donde casualmente me encontré con el amigo Josep Maria Cadena que iba a dar unas conferencias. Entonces cogí un taxi que me llevó a Alía, el punto de partida de mi caminata. Aun veo a aquel singular taxista, que a los pocos minutos me dijo esto: "Enterré a un chico antes de que cumpliera los 21 años por culpa de la heroína".

Yo estaba a su lado y continué mirando adelante. ¿Debía girar la cabeza para mirar al hombre que había hecho aquella confesión? ¿Tenía que hacer ver que no lo había entendido? ¿Podía decir que el paisaje era muy bonito o si tardaríamos mucho en llegar a Alía? La duda duró poco. El hombre volvió a hablar. "La gente, demasiada gente, negocia con la droga. ¿Usted sabe qué son los cuatreros en Estados Unidos?" Le dije que sí, quienes roban el ganado de los demás y están fuera de la ley. Entonces me dijo: "La mala gente debería acabar como los cuatreros. Con una indigestión de plomo".

Este hombre hablaba con una frialdad que me pareció muy dura. Sin ira, sin emoción visible. Pasamos un puente sobre el río Tajo. Le pregunté el nombre de la espléndida cordillera que teníamos al lado. El taxista me dijo que no lo sabía. Entonces me citó a Séneca: "Solo sé que no sé nada". Y añadió: "Se conoce más a los coches que a las mujeres". ¿Fue una mujer la que destruyó la vida de su hijo?

No pregunté nada más. ¿Por qué inquietar a una persona que se había exiliado en un taxi? Han pasado los años, he hecho muchos viajes, he cogido muchos taxis y aún hoy pienso en aquel hombre del taxi de Alía.

A menudo no se ha de querer saberlo todo y hay que respetar los silencios.