Análisis

El 1-O fue un día triste, el choque se debió evitar

Inquieta y recuerda otros tiempos el grito lanzado contra Torra 'el pueblo manda, el Gobierno obedece'

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Joan Tapia

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El 1 de octubre del 2017 fue un día triste. El Gobierno catalán convocó un referéndum ilegal violando el Estatut y la Constitución del 78 por la que tanto lucharon dos de los políticos catalanistas más inteligentes de entonces: Miquel Roca Jordi Solé Tura, dos de los siete ponentes de la Constitución. Además, muchos ciudadanos compraron la mercancía de que la democracia está por encima de la ley y que el futuro de Catalunya -dentro de Europa- es compatible con una independencia unilateral.

También fue triste porque la democracia española no supo imponer el Estado de derecho respetando libertades y derechos. Ordenar a la Policía irrumpir en los colegios electorales y cargar contra los ciudadanos fue un grave error. Y se hizo para no reconocer tanto la falta de diálogo político como la incapacidad para montar un dispositivo eficaz y correcto. La porra quiso remediar la falta de profesionalidad.

Tremendismo verbal y pragmatismo sin norte

Un año después las cosas no han ido a peor, pero han mejorado poco. En Madrid hay otro Gobierno, minoritario, que ha optado por la desinflamación y la negociación, y que acaba de admitir que la represión del 1-O fue un error. En Catalunya hay un Ejecutivo legítimo y legal, pero que, lejos de asumir errores, combina gestos de tremendismo verbal con otros de un pragmatismo carente de norte.

El secesionismo se está dividiendo y fracturando, tanto parlamentariamente, entre puigdemontistas y sectores de ERC y del propio PDECat, como entre el Govern y las organizaciones más radicales (ANCCUP y CDR). E intentar tapar estas divisiones sacralizando errores y sin una discusión libre y por encima de los dogmas, solo puede llevar a una mayor fragmentación, al desorden y a la esterilidad gubernamental, lo que menos conviene. Y no debería olvidar que es solo media Catalunya y que el 21-D el primer partido fue Cs. Con el 47% no se deben creer -como ayer insistió Quim Torra- que representan a toda Catalunya

Preocupa además que el 'president' Torra califique el 1-O de victoria y afirme que habrá otra ventana de oportunidad con el juicio a los presos, que califica de juicio a todo el pueblo catalán. El 1-0 es inseparable del desastre del 27-O. La derrota no es una victoria. Y la posible condena no sería un escenario favorable. La crucifixión no es el triunfo.

Y llega al ridículo al alabar la presión de "los amigos del CDR" -que se extralimitan- y luego los CDR exigen su dimisión. El jefe de un Gobierno no puede alentar lo que su policía tiene que reprimir.

Pero alarma el grito contra Torra de algunos manifestantes: "El pueblo manda, el Gobierno obedece", más todavía tras el choque con los Mossos cuando los radicales intentaron ocupar el Parlament. Cuando el pueblo es la calle y el Gobierno es legítimo, eso recuerda a los Mussolinis.  

Si el secesionismo grita y no calibra, arriesga caer en aquello de 'cuanto peor, mejor'. Pablo Casado y Albert Rivera ya exigieron en este primer aniversario otro 155 por las palabras de Torra. Y Casado amagó con pedir la ilegalización del PDECatERC y la CUP. Como hizo José María Aznar con Batasuna, pero cuando ETA asesinaba.

Triste baile de dos nacionalismos que se jalean mutuamente.