Análisis
La DUI o la ilusión del poder
El PDECat y ERC no pueden rechazar el 21-D, so pena de echar por tierra definitivamente lo que queda de su proyecto
José A. Sorolla
Periodista
JOSÉ A. SOROLLA
El libro que escribió Yasmina Reza después de haber seguido en el 2007 toda la campaña presidencial de Nicolas Sarkozy (L’aube le soir ou la nuit) termina con una reflexión sobre el poder. La escritora francesa transcribe una frase que le había dicho Patrick Devedjian, un político sarkozysta de origen armenio. “El poder es como el horizonte, cuanto más se acerca, más se aleja”. El poder, en efecto, es muchas veces una ilusión.
Trasladada la reflexión a Catalunya, solo entendiendo el poder como una ilusión se pueden llegar a comprender --y aun así es difícil-- las escenas de emoción y euforia vividas por los independentistas en el Parlament después de que una Cámara semivacía, sin la presencia de la oposición, aprobara la declaración de independencia con 70 votos (secretos) sobre 135.
La realidad acaba imponiéndose
El movimiento independentista está basado en la ilusión, en su doble acepción, la de desear algo con esperanza y fervor y la de estar alejado de la realidad. Pero, claro, la realidad acaba imponiéndose, lo que obliga no a cambiar el discurso, pero sí a adaptarlo. Antes, las empresas no se irían; ahora, no tiene importancia o se van por presiones del Gobierno de Rajoy o ya volverán. Antes, la UE y el mundo entero iban a reconocer la independencia; ahora, ya se sabe que los estados no se mueven con rapidez, pero poco a poco lo harán, y se empiezan a difundir nombres de países que se preparan para abordar el reconocimiento: Eslovenia, Lituania, Finlandia y ¡¡¡Argentina!!! Ahora será la desestabilización del euro lo que obligará a la mediación internacional. Y así todo.
Ahora se trata también de echarle la culpa a Rajoy de lo que no hizo Puigdemont, convocar las elecciones autonómicas que hubieran evitado el artículo 155. Pero el argumento quedó desmentido al día siguiente cuando Rajoy convocó las elecciones para el primer día posible, el 21 de diciembre. Sin contar que el president de la Generalitat pidió cosas que Rajoy no podía conceder (se ha mencionado la libertad de los Jordis, el frenazo de los fiscales, la retirada de la Policía Nacional y de la Guardia Civil). Este relato sostiene que Rajoy perdió la oportunidad de dividir al independentismo. Otra falacia, porque bastaron las dudas de Puigdemont para quebrar la unidad secesionista mediante dimisiones de diputados, insultos en las redes y la deslealtad de ERC, que amenazó con abandonar el Govern.
Retirada de la firma y de la escolta
La jugada inteligente de Rajoy de convocar elecciones –esta vez no fue nada previsible— ha descolocado a tal punto al independentismo que ahora se tendrá que centrar en debatir si concurre o no el 21-D y cómo. La “oposición democrática” que Puigdemont pidió el sábado desde Girona es tanto un reconocimiento de la derrota como una ilusión porque el poder ya no reside en los discursos, sino que su ausencia se expresa en la falta de firma para los decretos y en la retirada de la escolta a los consellers.
De aquí al 21-D puede haber actos de resistencia, porque el independentismo militante es inasequible al desaliento, pero parece evidente que el PDECat y ERC no pueden renunciar a presentarse a las elecciones so pena de echar por tierra definitivamente lo que queda de su proyecto.
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