La rueda

La diplomacia grotesca y Berlanga

OLGA MERINO

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Una sopa espesa borbotea desde hace siglos en el caldero de las Españas. Me refiero a una idiosincrasia algo ácrata e individualista, socarrona, aderezada con un buen chorro de mala uva tabernaria y una pizca de tristeza amarga, de la que se enquista. El granLuis García Berlanga, el maestro del cine que acaba de dejarnos, conocía al dedillo los ingredientes de esa marmita de españolidad tragicómica que quizá arrancó a hervir con la risa jocunda delArcipreste de Hita. Con el tiempo, se fueron sumando al cocimiento la novela picaresca, el colmillo deQuevedo, las pinturas negras deGoya, el esperpento deValle-Incláncon sus espejos que deforman la realidad, la astracanada y los guiones deRafael Azcona. Supervivencia, retranca y hambre antigua.

La política exterior española, con algunos hitos sensacionales, como la actuación deCarmen Sevilla ante la pobre soldadesca acuartelada en Sidi Ifni en las Navidades de 1957, parece compartir la sustancia garbancera, el hueso de jamón de este caldo, desde el mismo día en queColóny sus carabelas zarparon del puerto de Palos. Lo que se hizo con el territorio del Sáhara no tiene palabras. Tal y como se presentaba el panorama en 1975 puede que fuera inevitable actuar con torpeza:Francoen la uvi, los militares con la mosca detrás de la oreja, la marcha verde pergeñada por la astucia deHassan IIy el doctorKissinger, complaciente, al otro lado del teléfono (a Estados Unidos no le convenía en absoluto que un eventual referendo de autodeterminación hubiese arrojado al Sáhara en brazos de Argelia, que hacía buenas migas con la Unión Soviética en aquellos años). Puede, digo, que la tensión acumulada entonces propiciara la chapuza, pero tres décadas de desidia y el lavado de manos tras los últimos sucesos en El Aaiún tienen el regusto del viejo puchero donde bulle la tragedia grotesca. Mirar hacia otro lado silbando, con la excusa de preservar las siempre delicadas relaciones con Marruecos, no acaba de convencer. El argumento cojea. Como habría dichoBerlanga, «vaya mierda de película».