El epílogo

Destellos de sensatez

ENRIC Hernàndez

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Las incesantes negociaciones de los últimos días entre el Gobierno y los agentes sociales permiten albergar algunas esperanzas. La participación en la reunión de ayer del vicepresidente omnipresente y del nuevo jefe de los patronos,Alfredo Pérez RubalcabayJuan Rosell, deja entrever que se está tejiendo una red de complicidades que, cuanto más tupida sea, más dificultará la ruptura del diálogo. Incluso la opacidad que rodea los encuentros indica el retorno al espíritu de la transición, cuando lo único innegociable era la falta de consenso.

Entonces los militares franquistas estaban al acecho; ahora la amenaza, incorpórea aunque igualmente perversa, no viste uniforme ni lleva fusil en ristre. Tampoco lo necesita para poner a un país bajo su yugo, tomar el control de sus finanzas y mutilar sin remilgos las conquistas sociales de los ciudadanos. Que eso, y no otra cosa, es lo que comportaría que la UE, jaleada por los ávidos mercados y temerosa de males mayores, acudiese al rescate (e intervención) de España.

Zapatero, alumno rezagado, aprendió la lección hace algún tiempo, y aunque con ciertos titubeos se está empleando a fondo para sacar adelante por las buenas las reformas económicas que, si fracasa en el intento, otros impondrán por las malas. Hasta ahora, los empresarios, descabezados, carecían de liderazgo y de voluntad para propiciar un acuerdo social. Y los sindicatos, escaldados por la tibia huelga de septiembre, se resistían a dar su brazo a torcer. Pero, por fortuna, todo fluye (salvo el crédito). En el horizonte se atisban destellos de sensatez.

Es el estado de alarma (económico, ya no aéreo) el que exige a los negociadores altura de miras. Aunque exhiban sus discrepancias, aunque no se explicite como tal, es urgente un acuerdo global (sobre pensiones, reforma laboral, sistema financiero ...) que disipe las dudas sobre nuestras tambaleantes finanzas.

La responsabilidad del PP

Y, si pedimos responsabilidad a Gobierno y agentes sociales, procede hacer lo propio con el PP de Rajoy. Para ser alternativa de poder también hay que correr algún riesgo.