La rueda

La derecha no se anda con chiquitas

JOAQUIM Coll

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Dado que es improbable que los lectores de EL PERIÓDICO lo sean al mismo tiempo del diario Abc, vale la pena comentar una de las historias más oscuras del periodismo español de los últimos años: el cese de José Antonio Zarzalejos como director de ese medio en el 2008, ahora que él se ha decidido a explicarlo, con pelos y señales, en un libro que lleva un título rotundo, La destitución (2010). En resumidas cuentas, nos relata todas las circunstancias que produjeron su decapitación a manos de la derecha madrileña más montaraz. Desde El Mundo, los informativos de Telemadrid, y sirviéndose de aquel siniestro programa matutino de Jiménez Losantos en la COPE, se quiso imponer urbi et orbi la teoría de la conspiración en relación con los atentados terroristas del 11-M. Zarzalejos, formado como periodista en el bilbaíno El Correo, no engaña a nadie y muestra sus credenciales ideológicas: es conservador, monárquico y nacionalista español, pero también liberal y demócrata. Por eso no pudo aceptar la patraña que afirmaba que los atentados, perpetrados con la participación de ETA, habían sido el resultado de una confabulación del sistema policial y judicial, junto al PSOE, para arrebatar la victoria electoral al PP en el 2004.

Al frente de Abc, Zarzalejos supo marcar una saludable divisoria entre la verdad y la mentira. Por eso se urdió una conjura para defenestrarlo, detrás de la cual aparecen implicados nombres como Esperanza Aguirre, Pedro J. Ramírez o el cardenal Rouco Varela, aprovechándose de la debilidad empresarial del grupo Vocento y de las dobleces de la familia Luca de Tena, propietaria del vetusto diario. El libro da muchas claves para entender la relación entre comunicación y poder, y resulta escalofriante cuando nos recuerda hasta qué punto cierta derecha se ha lanzado en ocasiones por el tobogán conspirativo para imponer su relato y alcanzar el poder, aun poniendo en riesgo, como reconoció cínicamente Luis María Anson, «la propia estabilidad del Estado». El testimonio de Zarzalejos confirma que la caverna mediática no solo es deslenguada, sino que, además, no se anda nunca con chiquitas.