Oye, ¡qué placer!

El debate organizado por Atresmedia la noche del lunes cambia definitivamente las reglas del juego

JOAN GUIRADO

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La campaña electoral de este año marcara sin duda un antes y un después en la comunicación política. El debate organizado por Atresmedia la noche del lunes cambia definitivamente las reglas del juego. Y también la forma de trabajar de los guardianes del mensaje: los 'spindoctors' que han evolucionado de Miguel Ángel Rodríguez, con una televisión portátil en la mano y el puro en la boca velando por los mensajes de José María Aznar Verónica Fumanal, una jovencísima e inquieta periodista que con el móvil en la mano ha asesorado ya a Albert Rivera en Catalunya y Pedro Sánchez en estas generales. Del candidato clásico a los imprevisibles.

No me gusta cuando al finalizar un debate, se habla de ganadores y perdedores. Porque todos se creen que han ganado y a la vez que su adversario ha perdido. Y seguramente es así. Un debate es tan largo y con tantos temas, que difícilmente una misma persona puede llegar a satisfacer todas las sensibilidades. Pero me atreveré a dar un ganador -la democracia- y un perdedor -Mariano Rajoy-. La democracia, porque ayer dio un salto importantísimo en calidad. Permitir a los votantes escuchar en las mismas condiciones a todos los partidos con posibilidades de gobierno,  es un hecho que debería ser normal en cualquier país avanzado. Y dejar para la historia ya, el tradicional cara a cara entre presidente del Gobierno y jefe de la oposición que no lleva a nada. O bien trasladarlo a media legislatura, como examen de reconocimiento a uno y a otro. Y Mariano Rajoy, que suerte tuvo de Soraya, fue el gran derrotado. Por que cuando hoy todo el mundo habla del debate a cuatro, incluso aquellos que no leen diarios ni se conectan a perfiles de información política en Twitter, se preguntan dónde estaba el presidente del Gobierno. Incluso mi abuela me preguntó si esta vez ya no se presentaba. El miedo a dar la cara es el peor enemigo para quien pretende ser un líder. Y como aquel dicho que dice que “mejor que hablen de ti aunque sea mal” a Rajoy hoy le hubiese ido mejor que le recordaran aunque fuera por no haber dicho nada.

La masterclass de periodismo que nos hicieron ayer la incombustible Ana Pastor y Vicente Vallés se estudiará en las facultades durante bastante tiempo. Conseguir que todos los partidos acepten un debate sin temas pactados, con preguntas sorpresa, sin atril y sin mesa y con derecho a hablar cuando quieran es muy difícil. Pero oye, qué placer. Qué suerte tuvo Atresmedia el día que al llegar el PP al Gobierno, TVE decidió prescindir de los servicios de Ana Pastor. Seguramente una mente tan lúcida e innovadora no le vendría mal hoy a la cadena pública para no hundirse en las audiencias y en la calidad de servicio público.

El debate a cuatro también nos visualiza que todo esto ha cambiado por la irrupción de nuevos partidos en el espectro electoral. Sin Podemos y sin Ciudadanos esto no sería lo mismo. Y son seguramente estos dos partidos más emergentes quienes recogieron más votos en el debate de ayer.

Pablo Iglesias, para muchos el gran ganador, se sintió comodísimo durante todo el debate. Fresco, menos agresivo de lo que nos tiene acostumbrados, con un mensaje claro y convincente. Con un equipo detrás que, del mentor de Podemos en las redes sociales Eduardo Fernández (24) a su director de campaña Iñigo Errejón (32), eran los más jóvenes  y diligentes controlando el mensaje en plató pero también en las redes.

Albert Rivera, que siente la presión de sobre quien se ponen todos los focos con unas encuestas que cada día son mejores para el equipo naranja, se mostró sólido durante todo el debate. Calculó bien todas sus intervenciones y los gestos no verbales, como mostrar una portada del diario El Mundo dónde aparecían los posibles cobros irregulares de Mariano Rajoy. Una acción inesperada que diseñó Fernando de Páramo (27), el joven secretario de Comunicación y diputado en el Parlament de Catalunya, que junto a José Manuel Villegas son los arquitectos de la americanización de los actos y el auge de Albert Rivera.

Soraya Sáenz de Santamaría y Pedro Sánchez, por cierto los más mal vestidos de los cuatro, jugaron de nuevo a la vieja política en un escenario nuevo, tirándose piedras el uno al otro. Aunque la vicepresidenta aguantó más que el líder del PSOE, los dos perdieron una magnífica  oportunidad de frenar la caída de votos que les prevén las encuestas.

A doce días de las elecciones, la suerte esta echada. Falta por ver el cara a cara, que creo que será más de lo mismo del Soraya-Pedro de ayer y el multitudinario debate con todas las fuerzas en horas intempestivas de TVE. Por cierto, una demostración del respeto de la corporación pública a todos los españoles poniendo un debate a la medianoche. Ni que tuvieran que proteger a los espectadores de algo… o tal vez si, de la falta de cultura democrática que aún hay en España.