Cuando andamos tan cerca

Nunca me pareció buena idea la ley de partidos. Todo cuanto aseguran que ha permitido conseguir ya lo facilitaba el Código Penal con idénticas ventajas, pero más rigor, certeza y seguridad para todos. No me gusta vivir en un país donde un ciudadano pueda verse privado de sus derechos políticos sin que una sentencia le condene con nombre y apellido. Es un riesgo que no debería dejar indiferente a nadie que conozca nuestra historia. La democracia no se fortalece con ese tipo de defensas, solo se hipoteca.

Siempre pensé que cuando el final de la violencia estuviese al alcance de la mano, acabaría transformándose en un riesgo y un obstáculo. Por desgracia, los hechos van apuntando en esta dirección. El problema parece que ya no lo tiene la izquierda aberzale. Al parecer, ahora lo tenemos los demás. El Tribunal Supremo, porque si la legaliza lo hará por orden de Zapatero. El Gobierno, porque si Sortu se presenta será porque está negociando con los terroristas. Y quienes pensamos que cumplen la ley y tienen el mismo derecho a presentarse a unas elecciones que Falange Española, porque seremos equidistantes, débiles de mente y principios o simplemente cómplices. Suele pasar cuando se encomienda la política a la ley antes que a sí misma.

La estrategia vuelve a ser devolver el terrorismo a empujones al eje central de competencia partidaria. No sé si solo a mí me produce inquietud ver proliferar tanto tribunal popular verificando las credenciales democráticas de los demás. Espero que no. Como aguardo que haya más convencidos de que la debilidad actual de ETA resulta del trabajo policial y de las muchas oportunidades en las que ha demostrado a su entorno que ni quiere ni está dispuesta a una solución. Esa falta de perspectivas ha llevado a la izquierda aberzale a no tener más opción que librarse del protectorado de las pistolas. Pero ya se sabe: la fe es gratis.