Corredores lentos

La semana pasada una curiosa noticia saltó a los medios: la presencia de pequeños inversores quedaba prohibida en el 'parquet' de la Bolsa de Madrid. El asunto es de máxima trascendencia para unos 15 jubilados que, al parecer, son los únicos que hacían de la bolsa su cita cotidiana. Ellos y las cámaras de los periodistas, que necesitan un decorado adecuado para cubrir las etéreas noticias económicas. Los ancianos daban mala imagen.

Ni brokers, hace bastantes años que la bolsa está desierta porque se mueve desde los ordenadores de los despachos. Tan vacía está que se alquila para celebrar eventos, incluidos banquetes de boda, porque es un lugar bonito, con clase, inspirado en los templos clásicos de la antigüedad, como corresponde al corazón de la economía capitalista.

Y es que el capitalismo es algo formidable, capaz de adaptarse a todos los cambios y de sobrevivir a todas las adversidades absorbiendo y reincorporando cualquier teoría, incluso las de sus enemigos y detractores. Pero si hay algo que no gusta al capitalismo, que vive de la especulación y las conjeturas sobre el futuro, es lo viejo. Los pequeños inversores que todavía gustaban de visitar la bolsa para hacer sus operaciones son un adorno molesto. A los viejos solo les queda envejecer y después de eso morir. Para las apuestas sobre el valor de algo, se juega con la idea de crecimiento, no con la del fin de la vida, con la de rapidez, no con la lentitud del paso de los veteranos, con la agilidad, no la torpeza natural de quien quizá ya ni oye ni ve como antes.

Es gracioso que esto ocurra en un país con una tasa altísima de envejecimiento de la población que se asoma a un porvenir con pocos jóvenes y sobrepoblación de ciudadanos senior. Pero  quien ríe último ríe mejor y muy pronto nuestra decrepitud y todos los negocios relacionados con ella, cotizarán en bolsa. Veremos entonces si los corredores lentos no vuelven al 'parquet'.