Polémica taurina
El Constitucional salta al ruedo
Si el TC decide la vuelta de los toros a Catalunya, los aficionados deberán movilizarse para demostrar que todavía queda gente amante de la fiesta
José Ignacio Castelló
Profesor de Periodismo en la Universitat Abat Oliba CEU. Autor del libro '¿La prensa apuntilló a los toros en Cataluña?'
JOSÉ IGNACIO CASTELLÓ
Entre broncas, pitos, aplausos y ovaciones, según se mire desde la barrera taurina o antitaurina, está a punto de conocerse las entencia del Tribunal Constitucional sobre la posible vuelta de los toros a Catalunya. Con visos una eufórica victoria para los aficionados a la tauromaquia, que desde hace cinco años, ahora justamente, reclaman que la fiesta vuelva a vestirse de luces en los ruedos catalanes.
¿Ruedos? Sí, ruedos quedan, y todavía unos cuantos. Pero la realidad taurina en Catalunya es otra bien distinta. Mientras se ha esperado el indulto constitucional para plazas y seguidores, el distanciamiento de la sociedad catalana con el mundo de los toros ha aumentado kilométricamente. La afición se ha hecho mayor y los más jóvenes, aquellos a los que la Ley de Protección de los Animales impidió acudir a las plazas catalanas con menos de 14 años, salvo excepciones, desconocen por completo la fiesta de los toros, no reconociendo el replicar de los timbales y clarines, ni el significado del flamear agitado de un pañuelo blanco ni la etimología taurina de muchas de las expresiones que abundan en nuestro vocabulario.
Además, en todos estos años el mensaje comunicativo ha cambiado de mercancía en la prensa catalana. La crónica de las corridas de toros, objeto informativo preferencial en otras épocas, está desencajada frente a un amplio abanico de ofertas culturales y de ocio que, junto a la sensibilidad animalista y el movimiento independentista, dejan en clara desventaja a aquellos que defienden la fiesta como un espectáculo tradicional, artístico y catalán, y no antagónico, cruel y patrio como proclama la mayoría.
Con este panorama, si se vuelven a celebrar corridas en la Monumental será una verdadera faena. Y no taurina. La empresa Balañá, propietaria del coso barcelonés, tendrá que sopesar muy bien si las críticas y las presiones harán mella para su negocio de los cines y teatros. Los aficionados deberán movilizar a sus militantes para demostrar que todavía queda gente amante de la fiesta. Y los poderes políticos y sociales catalanes argumentarán con su puya que la vuelta de los toros es otra medida impositiva más de Madrid.
Mala música de fondo para el toreo catalán. Mala. Ahora que por fin se supone que un tribunal juzgará con el mismo oficio que aquellos presidentes de la plaza Monumental de Barcelona demostraron al administrar justicia taurina durante sus cien años de historia. Que son años de toros para una plaza.
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